La verdadera iglesia de Jesús y de Dios, es la que se forma con todos aquellos que tienen la capacidad y virtud de INTUIR, vislumbrar, entrever, descubrir o conocer las verdades desde lo alto o de Dios, no sin existir un previo esfuerzo de entenderlas y una comunión con el Espíritu Santo.

Pedro siendo uno más de nuestros hermanos, tenía indudablemente nuestros fallos, y más débiles ante la menor evolución de la civilización de su tiempo.

Es por ello que a través del análisis de su (nuestra) vida, lo encontramos con todos los defectos propios de una persona de tan bajas capacidades celestiales. Y es por ello que fue presa fácil de la inducción hacia los deseos materiales de poder, ensalzamiento, agresividad, etc. Que sin duda, a la mayoría de nosotros nos pasaría en ese nivel espiritual. En el cual, no tendríamos ni consciencia de que seríamos poseídos por estas fuerzas bajas del mal. Pero para Jesucristo, esta situación no pasaba desapercibida. Y por ello, en los momentos justos reprendía fuertemente a las fuerzas del mal e indirectamente a Pedro. Porque ahí se estaba creando un foco de oposición conjunta. Hombre -Satanás. Jesucristo indudablemente atraía estas fuerzas del mal a su alrededor y atacaban a la parte más débil que indudablemente eran a los apóstoles. Y entre ellos, a Pedro, quien era el que tenía mayor iniciativa.

Jesús de alguna manera estaba limpiando su entorno para poder proseguir su misión. Este mundo es el reino de Satanás, como constantemente lo señalaba. Y es por ello que su misión dura relativamente poco, ya que de haber durado más tiempo, probablemente las fuerzas del mal que dominan nuestra vida, hubieran desarrollado poderosos frentes de guerra u otro tipo de desgracias entre la humanidad, lo cual no sería permisivo para la voluntad de Dios Padre.

Es por ello que estratégicamente Jesucristo no establecería su iglesia en determinadas manos, ya que se convertiría nuevamente en blanco fácil ante el ataque de las fuerzas del mal. Sumiéndola en el descrédito al paso del tiempo. Como sucede con la iglesia católica.

Pero Jesús tenía fe en nosotros y en la Santa Trinidad, dejando así, que el Espíritu Santo, a futuro, fuera coadyuvando en el proceso de nuestro desarrollo espiritual de una forma apropiada. Y sabría que habría más Pedros, como Simón, el hijo de Joná, a quienes en el futuro, el Espíritu Santo también les revelaría renovada mente la esencia de la verdad cristiana y que ellos harían florecer con nuevos bríos, las inmaculadas raíces del antiguo árbol que San Pedro y otros movimientos cristianos. Hoy llamados ortodoxas, sembrara con la primera semilla, creando nuevos movimientos renovadores, a partir del Renacimiento, naciendo así, toda una nueva efervescencia de corrientes e instituciones religiosas cristianas, quienes a su vez, muchas han sido indudablemente afectadas por las fuerzas del mal, en vicios u otras desviaciones. Pero la esencia renovadora siempre prosigue en la humanidad, con nuevos brotes liderados por nuevos Pedros que buscan la libertad, la igualdad, la fraternidad, y como finalidad y aspiración última, nuestro acercamiento a Dios con el progreso espiritual de la humanidad.

Esta diversidad y amplitud del mal, ha sido atacada precisamente a través de la gran amplitud y diversidad florecida en los nuevos frentes de personas y congregaciones de renovada fe y progreso, que están en unión con el Evangelio, manteniendo sus principios básicos.

Entonces la observación de la formación de la iglesia de Dios esta en todos y cada uno de nosotros cuando en verdad podemos intuir, saber de corazón, en el sentido común y similares para realizar las cosas que son acordes con la voluntad de Dios Padre. Quien así se conduce, se convierte en una piedra más que forma la verdadera iglesia de Dios. Aquí no se vale que por tan solo por realizar determinados ritos ceremoniales, como el bautismo, o expresiones mágicas, como “soy salvo” y tantas otras creencias banales, con ello ya seamos una piedra más en el templo de Dios. Se ocupa una verdadera compenetración en el evangelio y con ello avanzar en la perfección para empezar a tener una verdadera comunicación y entendimiento con nuestro Padre Celestial espiritual, y espiritualmente avanzar en Su verdadero cuerpo espiritual e integrarnos en el futuro a Él, siendo así verdaderos Hijos espirituales de Dios Y no hijos carnales del mundo efímero.


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