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Tema: MANANTIAL DE AMOR (Oración y meditación para católicos)

  1. #591
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    Siguiendo con el último de los tres estados del alma tras la muerte, este libro del famoso exorcista P. Fortea, es interesantísimo y muy ameno, ya que se divide en apartados que responden a preguntas concretas. Se puede descargar en pdf con permiso del autor, buscando el blog del Padre Fortea.





    Y para completar la serie anterior, podemos añadir lo referente al infierno en el mismo plan de preguntas y respuestas cortas.

    ¿Qué es el infierno? Es el lugar donde los réprobos son condenados a padecer eternamente con los demonios.

    ¿Con qué otros nombres se designa el infierno? El infierno de los condenados es llamado también, en la Escritura Sagrada, el pozo del abismo, el gran lago de la cólera de Dios, el estanque de fuego y azufre, etc.

    ¿Cómo se prueba la existencia del infierno? Pruébase: 1º Por la Sagrada Escritura, que proclama esta verdad en un sinnúmero de pasajes. “Aterrados han sido en Sión los pecadores: el temblor se ha apoderado de los hipócritas. ¿Quién de vosotros podrá habitar en un fuego devorador? ¿Quién de vosotros podrá morar entre los ardores sempiternos?” (Isaías XXXIII, 14) - “Temed al que después de quitar la vida, puede arrojar al infierno: a éste es, os repito, a quien habéis de temer” (Luc., XII, 5) - “Los hijos del reino (los Judíos) serán echados fuera a las tinieblas: allí será el llanto y el crujir de dientes” (Mat., VIII, 12). 2º Por la enseñanza de la Iglesia, que ha definido este dogma en varios concilios, y en particular en el de Florencia, que dice: “Definimos que las almas de los que mueren en pecado mortal, o con sólo el pecado original, descienden enseguida al infierno, para ser allí castigadas, aunque con penas diferentes”. 3° Por la razón, que reclama que el mal sea castigado y el bien recompensado en otra vida. En efecto: la justicia divina exige que nada quede impune; pero la trasgresión de la ley queda a menudo sin castigar en esta vida, o no es castigada sino de una manera incompleta; luego es necesario que después, de la vida presente, los pecadores que habiendo ofendido gravemente a Dios mueren sin querer pedirle perdón, expíen sus iniquidades con suplicios. 4° Por la tradición de los pueblos, que siempre y en todas partes han creído en la existencia de un lugar de tormentos para los hombres perversos.

    ¿Dónde está situado el infierno? La Iglesia no ha definido nada respecto a este particular; pero se puede creer que se encuentra situado en las profundidades de la tierra, según las palabras de los Libros Sagrados, refiriéndose al castigo de Coré y de sus partidarios. “La tierra se hundió debajo de los pies, de aquellos, y abriendo su boca se los tragó con sus tiendas y todos su, haberes; y cubiertos de tierra bajaron vivos al infierno” (Núm., XVI, 31-33).

    ¿Cuáles son las penas esenciales de los réprobos? La pena de daño y la de sentido.

    ¿En qué consiste la pena de daño? En que los condenados están privados de la vista de Dios por toda la eternidad. Dicho castigo es la condenación propiamente dicha y el mayor de los tormentos.

    ¿Por qué la privación de la vista de Dios es el mayor de los tormentos? Porque Dios es el bien soberano, el bien supremo del hombre. Después de la muerte, el alma del pecador se dirigirá hacia Dios por una inclinación violenta e irresistible; pero viéndose rechazada y desterrada para siempre de su presencia, experimentará un horrible padecimiento; éste es el gusano que nunca muere (Marc., IX, 45), (Marc., IX, 45), el cual la roerá en una eterna desesperación.

    ¿Por qué padecen los condenados esta pena? Porque como se han apartado obstinadamente de su fin último, que es Dios, es natural que carezcan de la vista de Dios.

    ¿En qué consiste la pena de sentido? Consiste principalmente en el tormento del fuego. ¿Es verdadero ese fuego? Sí: es un fuego verdadero y real, sostenido y alimentado por la omnipotencia de Dios. Ese fuego ejerce su acción sobre los demo*nios y sobre las almas separadas de los cuerpos; después del juicio universal atormentará a las almas ya los cuerpos.

    ¿Por qué padecen esta pena los condenados? Porque habiendo buscado su dicha en las criaturas, en ellas deben encontrar su castigo.

    Además de estas penas, ¿no hay para los condenados otras penas accidentales? Sí: hay penas que provienen: 1° de la horrible compañía de los demonios y condenados; 2º de los suplicios correspondientes a las diferentes especies de pecados. “Tierra, o región, de miseria y de tinieblas..., donde todo está sin orden, y en un caos u horror sempiterno” (Job., X, 22) - “Por aquellas cosas en que uno peca, por esas mismas es atormentado” (Sab., XI, 17).

    ¿Quiénes van al infierno? Todos los que mueren en pecado mortal, aunque no sean culpables más que de uno solo.

    ¿Son iguales las penas del infierno para todos los condenados? La justicia pide que dichas penas sean proporcionadas a la naturaleza y número de los pecados de cada uno. Mas para todos, el infierno es el conjunto de todos los males sin mezcla de bien alguno, así como el cielo es para los bienaventurados la reunión de todos los bienes sin mezcla de mal alguno.

    ¿Cuánto tiempo durarán las penas del infierno? Las penas del infierno no tendrán fin ni alivio alguno.

    ¿Cómo se prueba la eternidad de las penas del infierno? 1° Por la Sagrada Escritura. “Y saldrán a ver los cadáveres de los que prevaricaran contra mí; tuyo gusano no muere nunca, y cuyo fuego jamás se apagará” (Isaías LXVI, 24) - “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno... Y estos irán al eterno suplicio” (Mat., XXV, 41, 46) – “El Señor Jesús vendrá con llamas de luego a tomar venganza de los que no conocieron a Dios, y de los que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo, los cuales sufrirán la pena de tina eterna condenación” (II Tes., I, 8, 9) – “Les está reservada una tenebrosísima, tempestad que ha de durar para siempre” (Judas, 13) – “El humo de sus tormentos estará subiendo por los siglos de los siglos” (Apoc., XIV, 11). 2º Por la enseñanza de la Iglesia, que la afirma como dogma de fe católica, en el Símbolo de San Atanasio: “y los que hubieren obrado bien irán a la vida eterna; mas los que hayan obrado mal irán al fuego eterno”. El quinto concilio ecuménico condenó el error de los origenistas, que enseñaban que los tormentos de los condenados eran temporales: “Si alguno dice o piensa que el castigo de los demonios y de los hombres impíos es temporal y que acabará algún día, o que habrá un restablecimiento de los demonios y de los hombres impíos: sea anatema”.

    ¿Cómo se confirman las enseñanzas de la fe? 1º Por la tradición de los pueblos. Esta creencia se encuentra expresamente mencionada en los filósofos y poetas griegos y latinos. 2º Por la razón, que no encuentra en el dogma de la eterni*dad de las penas nada que no esté conforme con sus principios. En efecto: el pecado tiene malicia infinita en un objeto, que es Dios, por consiguiente merece pena infinita; mas como esa pena no puede ser infinita en intensidad, tiene que serio en duración. La pena debe durar tanto como el pecado; pero como el pecado no puede ser borrado en el infierno, porque al condenado le es imposible hacer penitencia por no tener ni la voluntad de convertirse, ni la gracia de la conversión, síguese que la pena debe durar eternamente. Repugna que los buenos y los malos tengan un mismo fin, porque el vicio y la virtud son de tal manera contrarios, que no pueden producir los mismos efectos. Ahora bien, si las penas del infierno no fueran eternas, los malos llegarían a gozar algún día de la eterna felicidad como los buenos, de suerte que no habría entre ellos diferencia esencial; lo cual no puede admitir la razón. No se puede suponer que los malos serán aniquilados, porque Dios no aniquila ninguna cosa de las que ha creado.

    ¿Qué incita a los impíos a negar el infierno? El amor del vicio. “Si quisieran abrazar la virtud se persuadirían enseguida de que hay infierno, y depondrían todas sus dudas” (S. JUAN CRISÓSTOMO). ^
    Inmaculado Corazón de María, ¡sed mi salvación, Madre Mía!

  2. #592
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    (Segunda parte)

    Objeciones contra el infierno

    ¿No es tratar a Dios de juez cruel al suponer que condena a la pobre criatura por un solo pecado mortal? El número de pecados cometidos por el condenado es aquí cosa accesoria. Dios perdona setenta veces siete veces, es decir, indefinidamente, a todo el que se arrepiente de sus crímenes. Si alguno es condenado por un solo pecado mortal, es que ha muerto voluntariamente en la impenitencia final, con conocimiento y aceptación de todas sus consecuencias. Por tanto, él mismo es quien se condena, y se convierte en su propio verdugo, y riéndose de la justicia de Dios y despreciando su misericordia.

    ¿Es posible que un Dios infinitamente bueno deje padecer eternamente a su criatura? La bondad de Dios es inseparable de su sabiduría y de su jus*ticia. Porque es bueno con bondad infinitamente sabia y justa, ha dejado abrirse el infierno para excitar a los hombres al bien y tragar a los que hasta la última hora han despreciado su amor.

    ¿No debía perdonar Dios después de una expiación suficiente? El perdón no se concede sino al arrepentimiento. Pero el condenado ni puede ni quiere arrepentirse. La muerte lo ha fijado eternamente en el mal. El infierno es su centro de atracción; le es tan imposible elevarse hacia Dios por un buen movimiento, como a la piedra subir por los aires por sí misma.

    ¿Por qué no deja Dios al condenado la libertad del mérito, ni le ofrece gracias de conversión, como las ofrece al pecador en la tierra? Está muy puesto en razón que el tiempo de prueba se limite a la vida presente. Si después de ella, hubiera otro tiempo de prueba, no hay razón para que a éste no siguiera otro, a éste otro, y así sucesivamente. De donde resultaría que el malo podría burlarse indefinidamente de la justicia de Dios y pisotear su amor.

    Pues si Dios preveía que algunos seres se condenarían, ¿por qué los ha creado? Porque en el plan admirable de la creación, su suerte se halla ligada al bien universal. Querer que Dios no crease a los condenados es querer que no crease a la humanidad de la cual un numero tan considerable debía gozar de la dicha eterna. En efecto: los hombres descienden por generación unos de otros; la condenación de cierto número de ellos no podía impedirse sino por la no existencia de sus antepasados. Querer que Dios no crease a los condenados, sería querer que no manifestase sus atributos de paciencia, misericordia y justicia, que no manifestase las maravillas de su gracia en la santificación de los elegidos, en medio de las luchas que tienen que sostener contra los malos. En una palabra, sería querer que Dios no obrase fuera de sí mismo. La eterna condenación de los malos es sin duda un misterio. Pero la Providencia queda suficientemente justificada desde que sabemos que quiere la salvación de todos los hombres, que a todos sin excepción da los medios para conseguirla, y que los que se condenan se pierden únicamente por su culpa.

    ¿Qué debemos hacer para no ir al infierno? Debemos: 1º Bajar a él a menudo con el pensamiento durante la vida, para no bajar después de la muerte; 2º Pedir a Dios que nos preserve de él, diciéndole con el Real Profeta: “No me trague el abismo del mar, ni el pozo cierre sobre mí su boca” (Salmo LXVIII, 15). ^



    RESUMEN

    De la vida eterna.
    - La vida eterna es la vida que seguirá a la presente y que no tendrá fin. El dogma de la vida eterna supone cuatro verdades que se llaman las postrimerías del hombre, y que son la muerte, el juicio, el cielo y él infierno. Dichas verdades se completan con el dogma del purgatorio.

    La muerte.- La muerte es la separación temporal del alma y del cuerpo. La fe nos enseña: 1º que la muerte es inevitable; 2º que es el castigo del pecado; 3º que no ocurrirá más que una sola vez para cada una; 4º que fija irrevocablemente nuestra suerte, Dios permite que ignoremos la hora en que sucederá, con el fin de que siempre estemos preparados. La muerte del justo es preciosa delante de Dios; la del pecador es horrorosa, porque lo entrega en las manos del Dios vivo, que lo condenara al fuego eterno. Puesto que la muerte decide nuestro destino eterno, debemos pensar en ella a menudo y estar siempre preparados.

    El juicio.- El juicio es la sentencia por la cual Dios fija a cada uno su suerte eterna. Es de dos maneras: particular y universal. El juicio particular es el que sigue inmediatamente a la muerte. Se verifica en el mismo lugar e instante en que el alma se separa del cuerpo. La sentencia que el juez supremo pronuncia entonces es definitiva e irrevocable. El alma va inmediatamente al cielo, al purgatorio o al infierno. El juicio universal es el que se hará al fin de los tiempos. Dicho juicio debe celebrarse para satisfacer plenamente los derechos de la justicia, tocante a Dios, a Jesucristo, a los justos y a los pecadores. Este juicio no será más que la confirmación del primero; solamente que, como se verificará después de la resurrección, recaerá sobre el hombre entero, cuerpo y alma; porque el cuerpo debe tener parte en la recompensa o en el castigo.

    El purgatorio.- El purgatorio es un lugar de tormento en donde las almas de los justos acaban de expiar sus pecados antes de entrar en el cielo. Se prueba su existencia por la Escritura, por la enseñanza de la Iglesia, por la tradición de los santos Padres y por la razón. Las penas del purgatorio son la de daño, es decir, la privación de la vista de Dios, y la de sentido, es decir, el padecimiento producido por un fuego real. No conocemos la inten*sidad ni la duración de dichas penas; sólo sabemos que son muy grandes y proporcionadas al número y gravedad de las faltas que hay que expiar. Nos debemos esforzar por aliviar a las almas del purgatorio, porque a ello nos obliga la religión, la justicia o el agradecimiento, la caridad nuestro propio interés. Los medios por los cuales podemos aliviarla son: 1º la oración, el ayuno y la limosna; 2º las indulgencias; 3º la sagrada comunión y el santo sacrificio de la misa. Para no ir al purgatorio hay que abstenerse de las menores faltas, y expiar, por la penitencia, la pena debida a los pecados ya perdonados.

    El cielo.- El cielo es el lugar en donde los ángeles y santos gozan de felicidad perfecta y eterna. Su existencia se prueba por la Escritura, por la enseñanza de la Iglesia, por la razón y por la creencia unánime de los pueblos. En el cielo los elegidos están exentos de todo mal físico y moral, y poseyendo a Dios poseen todo bien. Además de la felicidad esencial que les pro*porciona la visión beatífica, tienen alegrías que les provienen de la vista de la santa humanidad de Nuestro Señor, de la vista de la Santísima Virgen, de las relaciones que tienen entre sí y con los ángeles. Aunque la felicidad del cielo es la misma para todos en cuanto a su objeto, no todos gozan de esos bienes en igual grado. Para ir al cielo hay que pensar a menudo en él y deseado, practicar la virtud, evitar el pecado, y ser fieles hasta la muerte.

    El limbo.- El limbo de los niños, es el lugar en donde son detenidas las almas de los niños que han muerto sin haber sido regenerados por el bautismo. Dichas almas están excluidas de la vida eterna; pero no padecen la pena de sentido, y aunque se hallan privadas de la vista de Dios gozan probablemente de una felicidad natural. El 19 de abril de 2007, la Comisión Teológica Internacional, que fue presidida por Joseph Ratzinger hasta su elección como papa Benedicto XVI, publicó un documento teológico ―que no constituye magisterio pero se emite con la autoridad del Vaticano― que subraya que la existencia del limbo de los niños no es una verdad dogmática, sino solamente una hipótesis teológica, entre otras. El documento considera, como otros muchos en la historia de la Iglesia Católica, un misterio el destino preciso de los niños sin bautizar, expresando la esperanza de encontrar en el futuro una solución teológica que permita creer en su salvación: «Todos los factores que hemos considerado [...] dan serias bases teológicas y litúrgicas a la esperanza de que los niños muertos sin bautismo estén salvos y gocen de la visión beatífica».

    El infierno.- El infierno es el lugar en donde los réprobos están conde*nados a padecer eternamente; se prueba su existencia por la Escritura, por la enseñanza de la Iglesia, por la razón y por la tradición de los pueblos. Las penas del infierno son las de daño y de sentido. La primera es el mayor de todos los tormentos de los condenados. La segunda consiste en la pena del fuego. Este fuego es verdadero y real, y por un efecto de la omnipotencia de Dios, ejerce su acción aun sobre las substancias espirituales. Además de estas penas, hay allí penas accidentales, que provienen de la horrible sociedad de los demonios y de los condenados, y suplicios correspondientes a las diferentes especies de pecados. Todas estas penas no son iguales para todos la justicia pide que sean proporcionadas a la naturaleza y número de los pecados de cada uno. La eternidad de las penas del infierno se prueba por la Escritura, por la enseñanza de la Iglesia, por la tradición de los pueblos y por la razón. Las objeciones que se suscitan contra la eternidad de las penas del infierno no son más que sofismas sugeridos por el amor al vicio.



    Visión de Santa Faustina Kowalska.
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  3. #593
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    Apasionante testimionio. Qué bien cuenta las cosas esta escritora.
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  4. #594
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    Cuadro de la pintora Isabel Guerra.



    La luz. Sin la luz, todos los objetos están muertos. Si cerramos los ojos, no sólo nos falta la noción de los colores, de las formas, de los movimientos... la carencia fundamental es que nos falta la luz, y sin la luz todo lo que hay no es más que lo que es. Las cosas, si no hay luz, no son más que lo que ellas son. No dan el salto a ese tipo de vida que les otorga la luz. Las cosas son como vidrieras, que sólo con la luz cobran su sentido pleno, y sin ella no acaban de entenderse.

    Pues si esto pasa en un plano físico y artístico, igual ocurre a nivel espiritual. La fe es luz, Jesús es la Luz. Sin la fe, las cosas y la vida entera no tienen sentido, nada tiene vida, se pierden los porqués y los paraqués y la vida se vuelve animal, instintiva, mientras que el alma se inventa luces falsas donde poder agarrarse, se crea ídolos, dioses falsos, ideales, proyectos, que al final siempre defraudan y nunca llenan. Cuando esté encendida la luz de la fe, todo es diferente, todo cobra sentido y se ilumina, y se descubre una belleza y una vida que estaban latentes en las cosas. Las cosas son como libros en la biblioteca de un analfabeto, que sin saber leer sólo sirven para mirar las pocas ilustraciones, despreciando ese mundo de letras negras que no parece ser demasiado interesante. Bartimeo, ciego de nacimiento, gritó a Jesucristo: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" _¿Qué quieres que haga por ti? _Señor, que vea _Anda, que tu fe te ha salvado. Y recobró la vista y le acompañaba. Esa oración es para todos: _Señor, ten compasión de mí. Haz que vea. Y hasta que no ocurra el milagro, no habremos empezado a vivir, aunque hayan pasado muchos años desde que nacimos.



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  5. #595
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    Por curiosidad he mirado el santoral por Internet, y no conocía esta advocación de Nuestra Madre. Me ha encantado, porque siempre que pienso en la Providencia pienso en Dios directamente, lo cual no es el mejor camino, pues no hay camino más corto para llegar al Señor que María. Hoy 19 de Noviembre es
    la Santísima Virgen de la Divina Providencia.. Patrona de Puerto Rico

    La devoción a la Virgen de la Divina Providencia se origina en el siglo XIII en Italia, de donde llegó poco tiempo después a España, en donde se construyó un santuario en Tarragona.

    Se dice que el nombre de Divina Providencia, le fue asignado a la Virgen por San Felipe Benicio, quinto superior de los Siervos de María, quien en una ocación en la que él y sus frailes no tenían nada que comer, invocó la protección de su Patrona, al poco tiempo se oyó toques en la puerta del convento, encontrando al abrirla dos canastas llenas de alimentos.

    La imagen original venerada por los Siervos de María y otras órdenes religiosas italianas, es un hermoso óleo en el que aparece la Virgen con el Divino Niño dormido plácidamente en sus brazos. María se inclina sobre el Niño, que en total actitud de confianza duerme plácidamente en su regazo. Las manos de la Virgen se unen en oración mientras sostiene suavemente la mano izquierda del Divino Infante. El conjunto sugiere ternura, abandono, devoción y paz.

    El Papa Pablo VI declaró a Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia, como patrona principal de la isla de Puerto Rico mediante un decreto firmado el 19 de noviembre de 1969. En ese documento se decretó también que la solemnidad de la Virgen debía trasladarse del dos de enero, aniversario de su llegada a la isla, al 19 de noviembre, día en que fue descubierta la isla de Borinquen una imagen de la misma. Se quiso unir así los dos grandes afectos de los puertorriqueños; el amor por su preciosa isla y el amor por la Madre de Dios.

    La talla más antigua, que data del 1853, fue la elegida para ser coronada solemnemente durante la reunión del Consejo Episcopal Latino Americano celebrada en San Juan de Puerto Rico el 5 de noviembre de 1976. La víspera del acontecimiento esta imagen fue vilmente quemada en la Parroquia de Santa Teresita de Santurce. Pero eso no detuvo la solemne coronación, que ocurrió en medio de la emoción y las lágrimas de millares de sus hijos y la presencia de cardenales, arzobispos y obispos venidos de toda Latinoamérica. La imagen quemada fue enviada a España para ser restaurada. Actualmente espera la construcción del proyectado gran santuario nacional para ser allí colocada.


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  6. #596
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    La Hermana Gabriela del Amor habla de la vida apasionada a los jóvenes. Comienza con una oración y sigue directamente con el sentido de la vida y la esencia de la felicidad.

    Parte 2: http://www.youtube.com/watch?v=7bcO_mZde5k
    Parte 3: http://www.youtube.com/watch?v=PMxZN85VMHY
    Parte 4: http://www.youtube.com/watch?v=T75rbYJsr5w
    Parte 5: http://www.youtube.com/watch?v=ZmzkQhoAQwI
    Última edición por Pumby; 19-nov.-2012 a las 18:11
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  7. #597
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  8. #598
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    "Qué hermosos son sobre los montes
    los pies del que anuncia la paz,
    del que trae la buena nueva,
    del que anuncia la salvación"
    (Is 52, 7)
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  9. #599
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    Olivier Messiaen (1908-1992) O Sacrum Convivium! (1937) The Cambridge Singers, John Rutter conducting.

    Oh sacro Convite en el que a Cristo se recibe,
    Llena la mente de gracia,
    Renueva la memoria de Su Pasion
    Y nos da prenda de la Gloria futura,
    Aleluya.



    Inmaculado Corazón de María, ¡sed mi salvación, Madre Mía!

  10. #600
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    No soy de aquì ni soy de allà.
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    Algùn dìa nos contarà el Pumby cuanto le pagan para hacer todo esto. Estoy con la duda desde hace mucho.
    -
    He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto; es un intento de colonización del otro. (Saramago)

    No pretendo cambiar el mundo pero en el pedacito que me tocò pretendo hacer la diferencia.
    .
    Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
    ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

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