Cuadro de la pintora Isabel Guerra.



La luz. Sin la luz, todos los objetos están muertos. Si cerramos los ojos, no sólo nos falta la noción de los colores, de las formas, de los movimientos... la carencia fundamental es que nos falta la luz, y sin la luz todo lo que hay no es más que lo que es. Las cosas, si no hay luz, no son más que lo que ellas son. No dan el salto a ese tipo de vida que les otorga la luz. Las cosas son como vidrieras, que sólo con la luz cobran su sentido pleno, y sin ella no acaban de entenderse.

Pues si esto pasa en un plano físico y artístico, igual ocurre a nivel espiritual. La fe es luz, Jesús es la Luz. Sin la fe, las cosas y la vida entera no tienen sentido, nada tiene vida, se pierden los porqués y los paraqués y la vida se vuelve animal, instintiva, mientras que el alma se inventa luces falsas donde poder agarrarse, se crea ídolos, dioses falsos, ideales, proyectos, que al final siempre defraudan y nunca llenan. Cuando esté encendida la luz de la fe, todo es diferente, todo cobra sentido y se ilumina, y se descubre una belleza y una vida que estaban latentes en las cosas. Las cosas son como libros en la biblioteca de un analfabeto, que sin saber leer sólo sirven para mirar las pocas ilustraciones, despreciando ese mundo de letras negras que no parece ser demasiado interesante. Bartimeo, ciego de nacimiento, gritó a Jesucristo: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" _¿Qué quieres que haga por ti? _Señor, que vea _Anda, que tu fe te ha salvado. Y recobró la vista y le acompañaba. Esa oración es para todos: _Señor, ten compasión de mí. Haz que vea. Y hasta que no ocurra el milagro, no habremos empezado a vivir, aunque hayan pasado muchos años desde que nacimos.