" Pedí tan poco a la vida y ese mismo poco la vida me lo negó. un haz de
parte del sol, un campo próximo, un poco de sosiego con un poco de pan, no
pesarme mucho el saber que existo, y no exigir nada de los otros ni ellos nada
de mí. esto mismo me fue negado, como quien niega la limosna no por falta de
buena alma, sino por tener que desabrocharse la chaqueta. Escribo, triste, en
mi cuarto tranquilo, solo como siempre yo he estado, solo como siempre
estaré. y pienso si mi voz, aparentemente tan poca cosa, no encarna la
sustancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la
paciencia de millones de almas sometidas como la mía al destino cotidiano, al
sueño inútil, a la esperanza sin vestigios. en estos momentos mi corazón late
más alto por mi conciencia de él. vivo más porque vivo mayor. Siento en mi
persona una fuerza religiosa, una especie de oración, un símil de clamor. pero
mi reacción contra mi desciende desde mi inteligencia... me veo en el cuarto
piso de la rua dos douradores, me ayudo con sueño; miro, sobre el papel
medio escrito, la vida sana sin belleza y el cigarro barato que apurándolo
extiendo sobre el secante viejo. ¡yo, aquí, en este cuarto piso, interpelando a
la vida!, ¡diciendo lo que las almas sienten!, ¡haciendo prosa como los genios y
los célebres! ¡yo, aquí, así...!
(...)
El mundo es de quien no siente. La condición esencial para ser un hombre
práctico es la ausencia de sensibilidad. La cualidad principal en la práctica de
la vida es aquella cualidad que conduce a la acción, esto es, la voluntad.
Ahora bien, hay dos cosas que estorban a la acción –la sensibilidad y el
pensamiento analítico, que no es, a fin de cuentas, otra cosa que el
pensamiento con sensibilidad. Toda acción es, por naturaleza, la proyección
de la personalidad sobre el mundo exterior, y como el mundo exterior está en
buena y en su principal parte compuesto por seres humanos, se deduce que
esa proyección de la personalidad consiste esencialmente en atravesarnos en
el camino ajeno, en estorbar, herir o destrozar a los demás, según nuestra
manera de actuar. Para actuar es necesario, por tanto, que no nos figuremos
con facilidad las personalidades ajenas, sus penas y alegrías. Quien simpatiza,
se detiene. El hombre de acción considera el mundo exterior como compuesto
exclusivamente de materia inerte –inerte en sí misma, como una piedra sobre
la que se pasa o a la que se aparta del camino; o inerte como un ser humano
que, por no poder oponerle resistencia, tanto da que sea hombre o piedra,
pues, como a la piedra, o se le apartó o se le pasó por encima. El máximo
ejemplo de hombre práctico, por reunir la extrema concentración de la acción
junto con su importancia extrema, es la del estratega. Toda la vida es guerra,
y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un
hombre que juega con vidas como el jugador de ajedrez juega con las piezas
del juego. ¿Qué sería del estratega si pensara que cada lance de su juego
lleva la noche a mil hogares y el dolor a tres mil corazones? ¿Qué sería del
mundo si fuéramos humanos? Si el hombre sintiera de verdad, no habría
civilización. El arte sirve de fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que
olvidar. "
Fernando Pessoa
El libro del desasosiego (fragmento)