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Tema: ¿Inmigración selectiva o no?
Durante años, Brasil exportó trabajadores que salían país afuera, en busca de mejores oportunidades laborales, sobre todo a E.U.
Ahora Brasil se transformó en polo de atracción para inmigrantes de diferentes países –principalmente de Europa- y de diferentes categorías sociales.
Hay de todo en la lista de entrada. Desde ejecutivos europeos altamente calificados, hasta haitianos que vienen a trabajar como peones en la construcción civil.
Ya el año pasado, Brasil autorizó más de 55 mil visas de residencia con permiso de trabajo a extranjeros.
Con la economía brasilera yendo bien, y con una Europa naufragando de crisis en crisis, es razonable que muchos quieran venir, pero hay diferencias de tratamiento en los que llegan.
Quien es clasificado como altamente calificado, es recibido de brazos abiertos. Quien viene huyendo del hambre y la desesperanza, ni tanto. Es más…muy por el contrario. El año pasado se les dio permiso de trabajo a 5 mil haitianos, pero ahora el problema es que hay muchos miles en las fronteras queriendo entrar. Hombres, mujeres y niños, sin techo ni dinero, quieren entrar para comenzar aquí una nueva vida.
Bien lejos, en Madrid, Lisboa, o Roma, hay ejecutivos y profesionales con varios diplomas universitarios, a la espera de una visa de permanencia y de trabajo en Brasil. Ellos son considerados por nuestro gobierno prioritarios, y es un proceso altamente selectivo.
Moralmente, ¿es justo separar -por ejemplo- un ingeniero europeo, de un operario haitiano? Tanto en empresas multinacionales, mixtas o nacionales, está faltando manos de obra. ¿No será posible un lugarcito para todos?
Brasil fue un país formado por inmigrantes. La mayoría llevamos apellidos europeos, y otra cosa: Los brasileros no podemos olvidarnos lo bien que hemos sido recibidos cuando emigramos, y eso el Gobierno también tiene que ponerlo en la balanza.
¿Qué sería del sur brasilero si no fuera por los alemanes e italianos? ¿Y São Paulo sin los japoneses, libaneses y portugueses? En Río de Janeiro los españoles y portugueses con sus magníficos hoteles y restaurantes, nos permitieron recibir con confort y orgullo al turista.
El Gobierno debe pensar en todo esto, y tratar con igualdad y respeto al que quiere venir a Brasil, sea huyendo del hambre, o de la crisis.
No olvidemos que ellos llegan, para ayudarnos a crecer.
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