“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,3s). Por eso no quiere la perdición de nadie.


En el mensaje cristiano vida eterna y muerte eterna no están al mismo nivel, no son verdades simétricas. Para la fe cristiana, la historia no tiene dos fines, sino uno: la salvación. Esta es el objeto propio de la esperanza escatológica. El triunfo de Cristo y de los suyos es una certeza absoluta, pero la condenación es solo una posibilidad.


Analizando la Biblia: El AT tiene la firme persuasión de la bondad de Dios y de sus obras. Dios vio que era bueno lo que había hecho (Gén 1); no ha creado nada para la muerte (Sab 1,13); no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 18,23). El NT define a Dios como amor (1 Jn 4,; tiene una voluntad salvífica universal (1 Tim 2,4); usa de paciencia, prolongando la historia, puesto que no quiere que nadie perezca (2 Pe 3,9).

En la predicación de Jesús, la originalidad de su concepción del reino de Dios consiste en que anuncia y promete sólo la salvación, no la salvación y la condenación. En la sinagoga de Nazaret, Jesús proclama una lectura de Isaías recogiendo sólo las palabras de gracia y omitiendo las de castigo (Lc 4,16ss). Otro ejemplo son las parábolas de perdón (Lc 15,1ss).

En el evangelio de Juan, Jesús se autodefine diáfanamente como salvador. El Hijo no ha venido a condenar sino a salvar (Jn 3,17). Tampoco Pablo piensa que el Evangelio sea un anuncio bivalente de salvación o de condenación (Rom 8,31ss).

No hay, pues, duda de que la doctrina de la muerte eterna no pertenece al evangelio, porque es “la buena noticia”: anuncio de salvación, y no de salvación o condenación. Pero debemos entender esto correctamente. El infierno no pertenece al Evangelio en cuanto que no está en la esencia de la Buena Nueva (Evangelio) que trajo Jesús, que es sobre todo una noticia de Salvación. Pero sí pertenece al Evangelio entendido como doctrina completa de Jesús, pues Él mismo enseñó la posibilidad que el hombre tiene de perderse para siempre.


continuará (ésto es bajo la perspectiva teologal católica).