No recuerdo el sabor de aquél fruto carnoso que conmovió a mi corazón, no recuerdo la sombra protectora del follaje, no recuerdo los garabatos escritos en su corteza, no recuerdo donde se plantó su raíz, solo recuerdo que en ese árbol, perdido en una tierra distante, escribí la historia donde se perdió mi alma, y allí, sigue habitando.
Tibieza.