Las experiencias narradas por personas que han tenido un episodio de muerte y que por algún procedimiento mèdico casual u otro con resultados similares son de características de una semejanza extraordinaria, tomando en consideración que indistintamente creyentes en las religiones mas conocidas e incluso de pensamiento escéptico o ateìsta, son experiencias de las que difícilmente puedo uno sustraerse. Sagan en su libro El Cerebro de Broca retoma estos relatos y los coloca en el terreno del análisis, asì como la documentación realizada por médicos que de alguna manera están inmersos en el interés que despiertan en los que no hemos sido protagonistas de episodio semejante.

Al experimentar un “episodio de muerte”, y después de “resucitar”, la persona explica que mientras estuvo en esa estadìa, pudo ver su cuerpo muerto mientras observaba todo el cuadro en una especie de plano ascendente, es decir, siempre miran hacia abajo; se habla también de un sentimiento de tristeza mientras prosiguen con su viaje , y a medida que avanzan, el entorno se vuelve oscuro, algunos escuchan algún tipo de sonido o música, y en cierto punto miran una luz, un sitio en el final radiante y con una silueta iluminada, quizá hasta reverenciada.

Sagan señala la posibilidad de que estas experiencias se hayan ido reproduciendo excepcionalmente a lo largo de la existencia humana, y que el valor que cada cultura les haya dado, pueden ser uno de los principales razonamientos para la creencia de la vida después de la muerte, incluyendo desde luego una entidad o deidad que les espera; después de todo, el impacto que pudiese causar un “regresado de la muerte” puede plantearse una diversidad de especulaciones a través de los diferentes individuos receptores por la persona que lo experimentò.

La pregunta es: Como es posible que a lo largo del tiempo existan este tipo de relatos cercanos a la muerte?, mas aùn, porquè se suceden indistintamente de cultura, credo y religión? Quizà la respuesta mas adecuada sería que son inducidos por las drogas anestésicas, es decir, siempre que fuera ocasionada por un factor externo; de no ser asì, Sagan señala que debe de existir en la “aquitectura neuronal” un hecho común en la especie humana: el nacimiento.

“La única alternativa que se me ocurre es la de que todo ser humano sin excepción ya debe haber sufrido una experiencia similar a la de los viajeros que regresan de la tierra de la muerte, la sensación de vuelo, el paso de la oscuridad a la luz. Una experiencia en la que, al menos en algunas ocasiones, puede entreverse una figura heroica, bañada en resplandor y gloria. Esa experiencia común a todos es el nacimiento”

Lo siguiente es una explicación de Sagan que tiene base en la investigación de Stanislav Grof pisquiatra e investigador; según sus estudios acerca de la vida perinatal, llegó a las siguientes conclusiones:

Grof distingue cuatro estadios perinatales, cubiertos por la terapia con fármacos psicodélicos. El Estadio 1 es el de la complacencia dichosa del niño en el seno, libre de cualquier ansiedad y centro de un pequeño universo oscuro y caliente —un cosmos en una bolsa amniótica—. En ese estado intrauterino, parece ser que el feto experimenta algo muy parecido al éxtasis oceánico descrito por Freud como una de las fuentes de la sensibilidad religiosa. Evidentemente, el feto se mueve. Posiblemente justo antes de nacer esté bien alerta, tal vez más incluso que justo después de nacer. No parece imposible que podamos recordar de manera imperfecta ese edén, esa edad de oro cuando cualquier necesidad —de alimentos, oxígeno, calor y expulsión de restos— quedaba cubierta automáticamente por un sistema de apoyo a la vida soberbiamente diseñado. Un estado que, en una reposición más o menos precisa, se describe como «estar fundido con el universo».

En el Estadio 2 se inician las contracciones uterinas. La base del estable ambiente intrauterino, las paredes a las que se fija la bolsa amniótica, se vuelven traidoras. El feto es comprimido terriblemente. El universo parece pulsar; un mundo benigno se convierte de repente en una cámara de tortura. Las contracciones pueden durar horas, y se presentan en forma intermitente. A medida que pasa el tiempo, aumenta su intensidad. No hay posibilidad de que cesen. El feto no ha hecho nada para merecer esa suerte; es un inocente
cuyo cosmos se le ha vuelto en contra, proporcionándole una agonía en apariencia sin fin. La dureza de esa experiencia es evidente para cualquiera que haya visto una distorsión craneal neonatal, la que sigue apreciándose bastantes días después del nacimiento. Así como es fácil comprender una fuerte motivación por borrar decididamente toda traza de esa agonía, ¿no es posible admitir que resurja acaso, bajo determinadas condiciones? (proximidad a la muerte) Acaso, sugiere Grof, el vago y reprimido momento de esa lejana experiencia puede incitar fantasías paranoicas. Incluso puede explicar nuestras humanas predilecciones por el sadismo y el masoquismo, por la identificación entre asaltante y víctima, por ese gusto infantil por la destrucción. Grof indica que las reposiciones en el siguiente estadio están relacionadas con imágenes de mareas y terremotos, las imágenes análogas en el mundo físico a la traición intrauterina.

El Estadio 3 es el final del proceso del nacimiento, cuando la cabeza de la criatura se ha introducido en la cérvix y, a través de sus párpados cerrados, percibe un túnel iluminado en su extremo por el radiante esplendor del mundo extrauterino. El descubrimiento de la luz realizado por una criatura que ha vivido toda su existencia en la oscuridad debe constituir una experiencia profunda e inolvidable. Y allí se entrevé confusamente, por la poca resolución de los ojos del recién nacido, una figura enorme parecida a un dios, rodeada de un halo de luz (la comadrona, el medico o el padre). Al término de un trabajo monstruoso, el bebé vuela desde el universo intrauterino y se eleva hacia las luces y los dioses.


El Estadio 4 es la época inmediatamente posterior al nacimiento, cuando ya se ha disipado la apnea perinatal, cuando la criatura es fajada y cubierta, acariciada y alimentada. Si estos supuestos de Grof son acertados, el contraste entre los Estadios 1 y 2 y los Estadios 2 y 4, en una criatura totalmente desprovista de otras experiencias, debe ser profundo y
sorprendente; y la importancia del Estadio 3, como tránsito entre la agonía y, cuando menos, un tierno simulacro de la unidad cósmica del Estadio 1, debe ejercer una poderosa influencia en la visión posterior del mundo que tendrá esa criatura.