Es difícil vivir en un mundo donde no se pueda depositar confianza en nadie. La falta de honradez ha penetrado en todo oficio, en todo hogar, en todo lugar, como una epidemia.
¿Podemos confiar en nuestros gobernantes? ¡Negativo! ¿Podemos confiar en los pastores? ¡Negativo! ¿Podemos confiar en los comerciantes? ¿En amigos? ¿En nuestra pareja?
¿En quién podríamos confiar? ¿En los que andan vestidos con saco y corbata? ¿Podríamos creer en la policía? ¿En mecánicos, electricistas, zapateros?
Buscamos el contacto con gente supuestamente honrada, y lo que encontramos es engaño y mala fe. La honestidad y la honradez parece que se fueron de paseo y se perdieron por ahí.
Y cuando leemos pasajes bíblicos como Jeremías 17:5 donde dice: ¨Maldito el hombre que cree en hombre¨; y en 2 de Timoteo 3:13 donde se manifiesta ¨…mas los hombres van de mal en peor, engañando y siendo engañados¨, concluimos que el germen del engaño mora en la sangre humana. Eso es prácticamente lo que vemos: todo el mundo robando, engañando.
El Bhagavad-Gita, ese famoso manuscrito sagrado de la India, también nos habla de esa tendencia al engaño en el ser humano. Si desde tiempos inmemoriales esos escritores ya habían observado ese defecto en el hombre, ahora en estos tiempos las cosas son peores, porque el engaño y el robo ya se inculcan y se sugieren en los centros técnicos y académicos, así como también en las empresas donde laboramos cada día.
Por eso, a donde quiera que vamos alguien ya nos espera ansioso, con algún truco preparado. /