¿Salió de la nada? Las anteriores son simples preguntas que desde los tiempos más antiguos han taladrado la mente de todo ser humano pensante.

El orígen del Universo es ciertamente un asunto que ha causado profundas polémicas, y por supuesto, también profundas divisiones sociales.

¿intervino desde el comienzo de su formación una poderosa y gran Inteligencia? Según unos cuantos, todo se debió a la congregación caprichosa de una infinidad de partículas materiales; éstas se fueron amontonando, así por así y ¨por acuerdo mutuo¨(?), hasta condensarse la totalidad de cuerpos celestes que vemos relucir en el negro firmamento. Tal es la infantil teoría filosófica del atomismo.

Galaxias, nebulosas, constelaciones, planetas... todos ellos provistos de armónicos y sincronizados desplazamientos y delicadas simetrías.

Alegar, junto con la doctrina materialista, que ¨el acaso¨ pudo haber dado orígen al Universo, equivale a dar por sentado que aquel posee inteligencia, lo cual es absurdo, porque, ¿qué hombre de sano juicio puede considerar el acaso como un ser inteligente? Aceptar una falacia tal, significaría dejar establecido que el Universo es un efecto sin causa.

No cabe duda de que el Universo no ha podido hacerse por sí solo, y si fuese eterno como Dios, no sería obra de Dios. En las ciencias humanas postulamos un axioma bastante importante, aplicable a todo, el cual dice que: Todo efecto debe tener por fuerza una causa, séanos conocida o no. Eso implica, en el mismo orden de razonamiento, que todo efecto inteligente debe tener como causa una potencia inteligente.

La sorprendente armonía que regula las partes del Universo, pone de manifiesto combinaciones y miras predeterminadas, y por lo mismo, un poder inteligente. Por esta razón, atribuir la formación primera al acaso es un contrasentido, ya que el acaso es ciego y no puede producir los efectos de la inteligencia.



Un acaso inteligente ya no sería el acaso. Y además, ¿qué es el acaso? ¡ NADA !