Se la denomina adolescencia extendida. Son hombres y mujeres de entre 25 y 35 años que no consiguen independizarse. La principal causa es la ausencia de un trabajo que les permita la independencia económica.
Pero la comodidad también influye.

Muchos especialistas coinciden en definir el fenómeno como la adolescencia extendida. Son jóvenes, hombres y mujeres, que tienen entre 25 y 35 años y pese a su edad muchos de ellos viven en la casa de sus padres. La falta de un trabajo que posibilite la independencia económica, la comodidad, y a veces la incapacidad de los propios padres para crear las condiciones para que sus hijos abandonen el hogar, son las principales razones que retrasan el momento de abandonar el hogar familiar.

Un reciente estudio que realizó la Fundación Odiseo sobre la juventud -sobre 1.200 casos en todo el país- arrojó que el 60% de los entrevistados vive con uno o ambos padres. Una de las principales dificultades que afrontan estos jóvenes está relacionada con la imposibilidad de acceder a un empleo que les permita tener un sueldo para pagarse el alquiler de un departamento.

Según una encuesta, el 28% de los jóvenes duerme con su pareja en su casa con el permiso de sus padres.

Para Alicia Pose, psicóloga y psicoanalista especialista en niños y adolescentes, en muchas familias de clase media y baja está presente la falta de recursos laborales en sus padres – que muchas veces fueron echados de sus empleos- que requiere la colaboración económica de los jóvenesen en la manutención familiar generando una “dependencia muy importante”.

- La comodidad de dormir con mi novia en casa.

Los resultados del estudio de la Fundación Odiseo plantearon que el 28% de los entrevistados declaró que su pareja tiene permitido quedarse a dormir en la que casa que comparte con su familia. “Si estos jóvenes pueden tener una habitación para estar con sus parejas y tener relaciones sexuales para qué se van a ir de su casa”, se preguntó Pose.

Para la psicoanalista Alicia Pose muchos padres atraviesan por la "crisis de la mitad de la vida" y afrontan el desprendimiento de sus hijos de manera depresiva logrando que ellos sientan culpa por la partida.

“La verdad que si bien en casa tengo una buena relación con mis viejos y no me falta nada, me jode no tener un lugar tranquilo para tener intimidad con mi novia y estamos obligados a dormir en un hotel alojamiento”, relató Alonso, que hace cuatro meses está en pareja con una chica de 28 años que también vive con su familia.

Para Pose uno de los temas más importantes por los cuales estos jóvenes no puedan abandonar su hogar paterno o materno tiene que ver con la escasa capacidad que tienen los padres para desprenderse de sus hijos.

Según su explicación, muchos adultos sufren la crisis de la mitad de la vida –en muchos casos por la pérdida de sus propios padres- y eso hace que afronten el desprendimiento de sus hijos en situaciones depresivas. Para la especialista, en estos casos, hay una ausencia de confrontación generacional –muy natural y necesaria- entre ellos y sus hijos.

“El sentimiento de culpa de un joven le impide crecer y si toma la decisión de irse a vivir sólo puede cargar con la culpa de haber abandonado a sus padres. Que los hijos se tengan que volver padres de sus propios padres es lo peor que les puede pasar”, expresó la especialista.

Muchos especialistas sostienen que la familia implica la seguridad de tener siempre un lugar y muchos jóvenes también especulan con eso y funciona como un sostén para los jóvenes.

“Debería conseguir un trabajo que me pagase más dinero Recién ahora puedo empezar a ahorrar. La verdad es que no quiero gastar plata alquilando ya que todo lo invertido no va a ir a un hogar propio. Por eso lo más conveniente es sacar un crédito para comparme una vivienda”, dijo Kohen, que aclaró que continuará viviendo todo el 2007 en la casa de sus padres.

Según una encuesta de la Fundación Odiseo el 60% de los jóvenes vivie con uno o ambos de sus padres.

Para Pose los jóvenes que pueden valerse por sus propios medios son aquellos que se caracterizan por una “personalidad fuerte” que implica el haber contado con la complicidad de sus padres a la hora de fomentar el desprendimiento y esa confrontación general. “Tiene que haber padres habilitados que tengan la posibilidad subjetiva de no considerar a sus hijos como niños”, concluyó.