Cuando somos jóvenes tenemos todo el camapo por delante. Y durante esa hermosa insensatez que lamentablemente a veces entendemos muy tarde que no es una virtud sino solo una etapa, nos rompemos todos, luchamos a brazo partido por alcanzar grados de marurez que casi siempre asociamos a la felicidad, la plenitud, el amor, la estabilidad
económica.... También, ocasionalmente, se despiertan nuestros sentimientos de justicia, igualdad, solidaridad... Pero ya digo, solo ocasionalmente.
En esa búsqueda, ganamos días, experiencias, meses, posibilidades, años y triunfos. De vez en cuando ganamos también algunas pérdidas, pero como tenemos todo el campo por delante las echamos al saco del "debe" y vamos pa´lante, pra frente, piu avanti.
Como la experiencia se nos hace cosa de veteranos, no aprendemos a vivir hoy con algún sentido de mañana, nos cuesta aaprender que los meses contienen los días y las posibilidades que los días nos regalan, noss pensamos siempre merecedores de los triunfos adquiridos...y se nos vaaa pasando el tiempito. Gozando los días "a pleno", casi sin quererlo vamos haciendo un juego de esta cosa un poquito seria que porque así son las cosas o por milagro de dios nos toco: vivir. Y jugamos, tantas veces en el límite. Y como en cualquier juego, numerosisimas posibilidades que quizá hubieran sucedido, ser perdieron. Así son los juegos.
Ayer, que no era uno de mis mejores díass, una amiga me pasó a buscar a mediodía para "ir hasta la nieve". En el mirador de unos antiquísimos volcanes apagados, me crucé con unos de esos ojos que a veces se pierden pero que la memoria guarda. El encuentro puede haber durado, no sé, treinta, sesenta segundos, dos años. Esos ojos recorrieron volcaanes, como los mios, valles y rios y verdes, y pajaros, nubes y cielos, y de aquí a allá se cruzaron cinco o cien veces. Lo que no fue, jugando.
Y me quedé con la vista en los volcanes mientras la veía alejarse, subir al coche de su novio, amigo, marido, tio....
Mi amaiga,aa que poco tnta es, condujo en silencio todo el camino de regreso. Como le pedí que me dejara en casa sin invitación a bajar, sacó,claro, su siempre bien preparada jeringa de veneno:
- ¿No era un juego, muchacho? ¿Te la pasaste bien?... Entonces ya está...
Y dejó medfia goma en la calle acelerando como la loca que es.
Yo me quede un ratito allí, paradito en el bordillo, mojandome bajo la llovizna.
- Vaya jueguito- pensé.