Sufrimos a causa de nuestra soledad por tener nuestro corazón cerrado al amor. No sabemos darlo, mucho menos recibirlo (al mismo tiempo nos duelen los hombros y la espalda). Seguimos sufriendo porque las pastillas no son suficientes para un corazón que frena el amor, que lo tiene por esencia, pero no lo deja salir (se ahoga y se asfixia hasta morir).