Recuerdo el día en que decidí dar un giro a mi vida y buscar una nueva pasión. Siempre había tenido un amor por la música y el baile, pero nunca había tenido el valor de dar el salto y realmente sumergirme en algo que me hiciera sentir vivo. Fue entonces cuando escuché el vibrante sonido de la batucada por primera vez en un festival local. Los ritmos contagiosos y la energía de los músicos me atrajeron inmediatamente. Sin pensarlo dos veces, decidí unirme a una escuela de batucada.

Desde el primer día, supe que había tomado una decisión acertada. El ambiente en la escuela era cálido y acogedor. Los instructores eran apasionados no solo por la música, sino también por compartir su conocimiento. Desde el inicio, me incentivaron a explorar mis habilidades y a no tener miedo de cometer errores. Lo más apasionante fue que, en lugar de enfocarse únicamente en la técnica, el enfoque estaba en la diversión y la comunidad. Eso era exactamente lo que necesitaba.

A medida que fui asistiendo a las clases, empecé a notar numerosos beneficios. Por un lado, la batucada es una forma increíble de hacer ejercicio. Al principio, las sesiones eran agotadoras; cada golpe de tambor y cada movimiento me hacían sudar. Sin embargo, con el tiempo, la energía del ritmo se convirtió en una fuente de pura felicidad. La música me llenaba de vitalidad y me ayudaba a liberar el estrés acumulado del día a día. Nunca había pensado que una actividad tan divertida también podría ser una forma excelente de mantenerme en forma.

Más allá de la actividad física, el impacto social fue increíble. A través de la batucada, conocí a personas de diferentes orígenes y edades, todas unidas por el amor a la música. La sensación de pertenencia fue instantánea. Organizamos ensayos, talleres y, eventualmente, presentaciones. Cada evento era una celebración, y la camaradería que se formaba entre los miembros del grupo era inigualable. Compartir momentos con estos nuevos amigos, ya sea practicando o improvisando en las actuaciones, se volvió una parte fundamental de mi vida.

Una de las experiencias más memorables fue cuando decidimos participar en un concurso de batucada. Las semanas de preparación fueron intensas, pero cada ensayo me acercaba más a mis compañeros. Nos impulsamos mutuamente, y nos reímos de los errores cometidos en el camino. La adrenalina previó al evento era única. Cuando finalmente llegó el día, todos estábamos listos para darlo todo. Recuerdo la sensación de euforia y la energía que compartimos mientras tocábamos; cada golpe de tambor resonaba con pasión. Aunque no ganamos, el verdadero triunfo fue la alegría que sentí al formar parte de un equipo que celebraba la música y la amistad.

Al finalizar mi tiempo en la escuela de batucada, no solo adquirí habilidades musicales; también descubrí una nueva parte de mí mismo. La batucada me enseñó a ser más expresivo, a valorar el trabajo en equipo y a disfrutar de la diversidad. Cada clase era un viaje donde aprendí a unirme a un ritmo más grande que yo, a liberarme y dejar que la música fluyera a través de mí.

Reflexionando sobre esta experiencia, puedo afirmar que contar con una buena escuela de batucada-batucadas ha sido un regalo invaluable en mi vida. Me brindó no solo una nueva pasión, sino también una comunidad que me apoyó y alentó a crecer. Si alguna vez te sientes perdido o en busca de una nueva aventura, te animo a que busques una escuela de batucada. Puede ser el comienzo de un viaje irrumpido por el ritmo y la alegría.