Safira participó en una confabulación con su esposo que resultó en la muerte de ambos. Vendieron un campo de su propiedad y de manera hipócrita dieron a entender que entregaban a los apóstoles todo el dinero que habían obtenido por él, como estaban haciendo otros cristianos de Jerusalén para hacer frente a la emergencia surgida después del Pentecostés de 33 E.C.
El pecado de Ananías y Safira no consistió en no entregar la cantidad íntegra que habían cobrado por la venta del campo, sino en aducir mentirosamente que lo habían hecho, por lo visto con la intención de atraerse el parabién de los hombres, en lugar de hacer que la honra recayese sobre Dios y su contribución resultase en el bienestar de la congregación.
El espíritu santo no es una persona es el poder de Dios, te estás pasando tomas 0402, de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que esté sembrando con miras a su carne, segará de su carne la corrupción.