Sabemos que Jesús no vino a la Tierra para darnos salud,
dinero y una larga vida en este mundo.
Vino para ofrecernos la oportunidad de
vivir para siempre en un nuevo mundo,
algo de mucho más valor para nosotros

Jesús hizo dos preguntas que dan mucho en que pensar:
“¿De qué provecho le es al hombre ganar todo el mundo y pagarlo con perder su alma?”
y “¿Qué, realmente, daría el hombre en cambio
por su alma?” (Mar. 8:36, 37).

Jesús no quiso decir que la vida eterna es algo que podemos ganarnos por méritos propios

Nadie puede comprar la vida ni hacer nada para merecerla.
Y la única manera de recibir el don de la vida eterna es poniendo
“nuestra fe en Cristo Jesús” y en Jehová,
quien es “remunerador de los que le buscan solícitamente”

Ahora bien, hay que respaldar esa fe con obras, pues “la fe sin obras está muerta

Por tanto, cuando meditemos en la pregunta de Jesús,
analicemos qué sacrificios estamos dispuestos a hacer en el servicio a Jehová
para demostrar que nuestra fe está viva.