Transcribo unas líneas de un erudito sobre el Nuevo Testamento.
Esta misma cuestión me la planteé hace años.
<<Muchas de estas diferencias son mínimas e insignificantes. Una buena porción de
ellas simplemente nos demuestra que en la Antigüedad la ortografía de los escribas
no era mejor que la de muchos de nuestros contemporáneos (y ellos no tenían
diccionarios y mucho menos procesadores de texto con correctores ortográficos).
Pero incluso así, la cuestión sigue siendo qué hacer con todas esas diferencias. ¿De
qué nos sirve insistir en que Dios inspiró las palabras mismas de las Sagradas
Escrituras si no tenemos las palabras mismas de las Sagradas Escrituras? Como
veremos, en algunas partes ni siquiera estamos seguros de haber conseguido
reconstruir el texto original con exactitud. Es un tanto difícil saber qué significan las
palabras de la Biblia cuando ni siquiera sabemos cuáles son esas palabras.
Mi forma de ver la doctrina de la inspiración se vio afectada por todo esto, pues
terminé comprendiendo que preservar las palabras de las Escrituras no habría
supuesto para Dios mayores dificultades de las que, en un primer momento, le había
supuesto inspirarlas. Si Dios quería que su pueblo tuviera sus palabras, se las habría
dado (y quizá en una lengua que éste pudiera entender, en lugar de hacerlo en griego
y en hebreo). El hecho de que no contáramos con esas palabras, razoné, demostraba
que Dios no las había preservado para nosotros. Y si él no había realizado este
milagro, parecía haber buenos motivos para pensar que no hubiera tampoco realizado
el milagro previo de inspirarlas. (Bart D. Ehrman - Jesús no dijo eso)>>
La Verdad nos hará libres.