Recordemos que la Biblia es la ciencia antigua.

Entonces, cuando los hebreos primitivos veían que una persona sufría un accidente y perdía mucha sangre, y luego perdía la vida, es lógico que concluyeran que la sangre era el recinto del alma.

No conocían sobre glóbulos rojos ni sobre neuronas.


Los primitivos que escribieron la Biblia no son culpables por haber errado. La gente actual sí es culpable por perpetuar ese error.