Lucas traza con sobria precisión en Hechos de los Apóstoles, el cuadro de la vida de la comunidad de Jerusalen en sus orígenes.

Se mantenían fieles a las enseñanzas de los apóstoles y a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones (Hech 2:42). Cuatro trazos de este primer cuadro de costumbres cristianas
El primer elemento lo constituye la doctrina o enseñanza de los apóstoles, que el texto griego llama la Didajé, palabra que ha servido para designar la catequesis primitiva que constituía el anuncio o kerigma de la nueva fe.

Un resumen de esta catequesis lo escuchamos en el discurso de Pedro (capítulo 2). Y es de suponer que la catequesis de aquellos primeros tiempos de la Iglesia de Jerusalén insistió y discurrió por las dos vertientes del hecho cristiano.
La vida, muerte y resurrección de Jesús se refería a algo que había sido previsto por Dios y anunciado por los profetas. A lo que se añade que, además, se trataba de un hecho contemporáneo. Jesús, "este Jesús," como Pedro lo señala, era una persona bien conocida cuya predicación y milagros habían sucedido, y entre ellos mismos. Este Jesús había sido sentenciado a muerte por Pilato, y crucificado y muerto, como era patente a todos. Y este Jesús, y aquí estaba la fuerza testimonial, había sido visto otra vez vivo y resucitado de los muertos por aquellos mismos que lo estaban predicando.

El segundo elemento de la comunidad de Jerusalén fue la comunión, en griego la koinonia, que no significa la reunión eucarística, sino la unión o comunidad fraterna entre los creyentes. Esta koinonia o unión de ánimos se manifiesta de múltiples modos, y en concreto por la participación comunitaria de los bienes, de la que hablaremos más adelante.

La koinonia es un concepto que también se encuentra en San Pablo, cuando enseña que los cristianos han sido llamados a la "comunión con Cristo y con la Sangre de Cristo" (1 Cor 10:16), y con el Espíritu Santo (2 Cor 13:13), y también a la comunión fraterna con los pobres (Rom 15:25). Y asimismo San Juan, en su primera carta insiste en esta kotnonia que debe realizarse entre los cristianos y que también se extiende al Padre y a su Hijo Jesús (1 Jn 1:3; 6:7).

El tercer elemento es la "fracción del pan": la klasis. Es indiscutible que posteriormente, desde comienzos del siglo II, klasis era el término técnico y preciso empleado en el lenguaje eclesiástico para significar el banquete eucarístico en el que se partía o rompía el pan. Sin embargo, también parece que ya aquí, en este acto de la "fracción del pan," no se quiere indicar simplemente una comida ordinaria, que no tendría por qué ser característica de la comunidad cristiana, sino que ya se refiere al Banquete Eucarístico instituido por Jesús y que constituía desde los comienzos uno de los lazos litúrgicos y fraternales de la primera comunidad.

Finalmente, el cuarto trazo lo constituye las oraciones, que en absoluto podrían ser las que todavía los cristianos continuaban haciendo en el Templo de Jerusalén, como herederos de la piedad judía; pero, dado que estas oraciones se mencionan más adelante en el texto, parece que aquí más verosímilmente se quiere significar las oraciones o himnos, incluyendo, por supuesto, algunos salmos que acompañaban la "fracción del pan" en aquellas reuniones litúrgicas celebradas en las casas de los cristianos, que comenzaban a ser así los primeros templos del nuevo culto.
José A. de Sobrino. S. I.

Algunos han visto en la agrupación de estos cuatro elementos una caracterización de las partes esenciales de la liturgia comunitaria en la primitiva Iglesia, ya que existe un cierto paralelismo entre ella y nuestra acción litúrgica, tal como ha quedado estructurada en la celebración de la Misa. En efecto, en ella había una parte dedicada a la enseñanza de los apóstoles, que puede equipararse a nuestra "liturgia de la palabra," con sus lecturas bíblicas y homilía. Después venía la kotnonia, que equivale a la colecta de las ofrendas para los pobres, que antes tenía lugar en el momento del ofertorio. A esto seguía la "fracción del pan," que constituye la acción propiamente eucarística. Y todo va acompañado por oraciones y cánticos.