recibimos muchas bendiciones gracias a la bondad inmerecida de Jehová.
Pero no debemos abusar de ella
y pensar que Dios tolera toda clase de conducta.

Algunos cristianos del siglo primero
intentaron utilizar la bondad inmerecida de Dios para justificar su conducta desvergonzada (Jud. 4).

Parece que aquellos cristianos infieles creían que podían pecar y que Jehová los perdonaría. Y, lo que es peor, trataban de convencer a los hermanos de que también hicieran cosas malas. Cualquiera que hoy actúa así desprecia “el espíritu de bondad inmerecida” (Heb. 10:29).