Si te centras en lo malo, al final no apreciarás lo bueno.

Y lo importante es el amor, no el miedo al castigo, ni a la perdición, ni a hacerlo mal, sino precisamente lo contrario: el bien, la felicidad... que se consigue en el amor. No en el amor a uno mismo, ni a una única persona, sino un amor o un afecto a uno mismo, a tu entorno, y a la gente que está fuera de tu entorno, porque sólo pensando por el bien de la colmena la abeja encuentra en cada día su razón de existir, si fuera por libre moriría.

El mal no vence, pero atemoriza. El bien, el amor... la felicidad... no ve por delante al mal. Cuando estás bien sólo piensas en el bien, cuando eres feliz vives la felicidad y no hay hueco para el mal; y cuando estás mal esperas salir de ese ambiente para mejorar, para alcanzar la felicidad... para encontrarla y quedarte y disfrutar de ella.

El mal, existe, pero no tiene la última palabra.

El amor vence al mal, y da la felicidad.