Entonces Jesús, clamando de nuevo con una voz grande y sonora, entregó su espíritu. Y al momento el velo del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo, y la tierra tembló, y se partieron las piedras; y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían muerto resucitaron, (Mateo 27, 50-52).

Observando este relato, encuentro que nuestro Señor Jesucristo grita entregando su espíritu a Dios con una impresionante carga de amor hacia nosotros, la cual se demuestra al abrir el velo del templo para permitirnos a nosotros poder tener acceso a sus misterios. Sin embargo, como siempre, las poderosas acciones divinas no dejan de conmover nuestro mundo con todas sus fuerzas del bien y el mal, lo que hace estremecer la tierra, romper las piedras. Las tumbas que guardan los cuerpos y aún sus espíritus, son conmocionados poderosamente y por ello se abren. Y aquellas que contenían personas santas, pudieron levantar sus cuerpos gracias a esa poderosa energía revitalizante del momento, que les dio un fuerte empuje vital, de tal manera que volvieron a la vida. Asombroso como siempre este pasaje tan impresionante como los hay tantos y tan constantemente en la Biblia.

Paz.

Ulsr