Anoche, tras regresar de una reunión de FUCSF que dado que se estiró no terminó bien -ya se sabe que las alianzas deben ser con objetivos determinados y plazos definidos-, y como quería quedarme a ver los resultados de las elecciones en Argentina, intenté ponerme a leer. No encontré en medio de mi orden el librito que buscaba -ya lo tuve esta mañana-, de modo que eché mano a unos cuentos recontraleídos del maestro GGM, y me entretuve con "Tramontana".
Cada país, a veces cada región, tiene sus vientos. Aquí el Mestral, el Ponent, el Llevant, el Xaloc, etc., y la Tramuntana.
En Argentina, cuando sopla el Pampero se cagan hasta las vacas, y si uno anda por Cuyo -Mendoza, San Juan...- y comienza a "Zondear" (empieza al Viento Zonda), mejor meterse en casa y ni así. Bien, la Tramuntana es peor. Puede ser una noche estrellada, o de dia, con sol, pero el que vive aquí, sabe desde antes, desde horas antes, que comenzará la Tramuntana. Y cuando llega, cuando llega..., porque no es solo la fuerza del viento, es su contenido, para decirlo de algún modo..., lo que vuelve loca la gente, GGM cuenta de un suicidio en su cuento.
Y de allí surgió el recuerdo de aquellas viejas líneas sobre los vientos que decía Miguel Hernandez, los que le estrujaban y el corazón y le aventaban la garganta.
Tramuntanas o no, me encantan los vientos. Se esconden, se callan, tantas veces no aparecen, hay quienes les temen porque siempre vuelven. Me encantan los vientos.
Chau