Personalmente, considero que un asesinato por el anhelo de comprobar que un “dios es más grande que otro”, o porque alguna persona fanatice por otra religión e incluso no sea practicante de la religión en la que profeso, nunca será justificación sensata ni válida para la matanza que se realizó (ni para ninguna transgresión contra nadie), en donde se les despojó injustamente del derecho humano a la vida. Del mismo modo, es esencial resaltar que en situaciones las injusticias no incluyen asesinatos, por lo cual no se puede ignorar y expresar que eso solo sucede en “el otro lado del mundo”, ya que nuestro país no escapa de esta realidad. Nos desarrollamos en una sociedad en donde se conciben agresiones físicas, verbales, sexuales, simbólicas y demás, como lo son la discriminación (misoginia, xenofobia, racismo, homofobia), todas estas acciones amparadas ante una religión.

La primera interrogante que surge es: ¿cómo es posible que las religiones han convertido a muchos y muchas en asesinos y asesinas? Solo es cuestión de detenerse un momento y mirar hasta dónde nos ha llevado; lamentablemente nos llevará más lejos, sino se hace un cambio pronto. ¿Por qué no nos enseñan a respetar la diversidad de credos y pensamientos? La ausencia de respeto a las demás posiciones, nos ha llevado a asesinarnos entre sí, a discriminar y manifestar odio absurdo que solo provoca perdición. El fanatismo religioso es, y ha sido, la razón justificante de millones de violaciones de derechos humanos.