BRINDIS EN CORDOBA (2)


Todos aquellos ciudadanos que en el puerto de la Santísima Trinidad de Buenos Ayres habían apoyado al príncipe Fernando VII un lluvioso día de mayo, tres años antes (mientras estaba en el exilio) fueron traicionados por este rey. La sangre cordobesa había sido derramada en vano. Como quiera que sea... vivos o muertos, héroes emancipadores o fantasmas, bonapartistas o fernandistas, todos ellos pertenecen por igual al Cono Sur sudamericano y los mueve por último un mismo deseo. Todos en conjunto sufren ahora en 1813. el advenimiento del séptimo rey Fernando de Borbón y la supresión de la Constitución inspirada en Rousseau.

La Sierra Morena se ha llenado allá en la península española de constitucionalistas, apoyados por los bandidos comunes. Luego de ello, “los corsarios del Río de la Plata sitiaban Cádiz” (frase del rey). El Imperio de Brasil avanzaba sobre las provincias cisplatinas del Río Grande (las cuales nunca serían devueltas)... ¡Y Fernando VII convocaba a los países de la Santa Alianza para reconquistar las Indias! ... Aunque él mismo las perdía al abolir la Constitución y ni siquiera gobernaba a la propia España. Ante el desorden manifiesto, los “maloneros” pampeanos (indios bárbaros) habíanse puesto otra vez en movimiento y no serían vencidos hasta finales del siglo.

Y en toda Iberoamérica la búsqueda de un derecho civil, de una seguridad para las poblaciones, de un orden, de la defensa territorial, de una Constitución que los ampare en el concierto del mundo civilizado, arrojará a todos ellos en aras de la independencia, como solución final.

La carta que Josep Orencio tenía en sus manos, traída por el “chasqui” en aquel día, incluía estas reflexiones. Un mundo en derrumbe. Ilusiones cortadas. Largos años de trabajo llevados adelante por pioneros, amenazados ahora de malón e invasión ...y sin un rey real. Verdadero. Protector. Amante de sus súbditos. Respetuoso de ellos, como corresponde a todo buen monarca. Seguían a continuación en la misma carta lacrada numerosas referencias que daban indicios de acontecimientos a suceder, datos precisos a ejecutar, proyectos y situaciones claves. Al finalizar la misma su hermano le indicaba que ésta misiva debía ser quemada, por precaución, luego de leerla.

El total del misterioso contenido de esa correspondencia donde se incluían numerosos nombres, fechas y lugares, que Josep Orencio guardaría para siempre en la memoria, sólo él junto a su mulato guardaespaldas y mayoral, alcanzaron a leerlo y conocerlo.
Don Orencio terminó de leer la carta de su hermano Ignacio y volvió a doblarla. Quedóse con ella en la mano meditando, mientras observaba una vez más con detenimiento el sello del lacre, a fin de asegurarse. La releyó. Capturó su contenido y a continuación, se dirigió a su negro angola el cual estaba siempre cerca suyo. Situación muy corriente por aquel tiempo. Llamábase Tomás o Tobías o Tobiano… o Tulio. Había nacido allí. Le ordenó traer una lumbre. El mulatón fornido que oficiaba de criado, guardaespaldas, secretario, guardallaves y hasta de amigo y confidente, se retiró al interior de esa casona para volver con un candelabro encendido y entre ambos, vieron arder las negras letras contenidas en la carta, hasta que las llamas convirtieron todo en ceniza.


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