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Tema: Sombras y luces (Parte 1)

  1. #1
    Fecha de Ingreso
    29-febrero-2012
    Ubicación
    Córdoba-Argentina
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    295

    Predeterminado Sombras y luces (Parte 1)

    [B]
    SOMBRAS Y LUCES
    .................................

    (Siglo XVIII- Córdoba del Tucumán)

    por Alejandra Correas Vázquez

    PRELUDIO
    .............

    Terminada la gran escenografía que transmutaba a una Córdoba Monacal en una Córdoba Marquesal, luego de la expulsión de los Jesuitas en 1767, retornarían todos los citadinos recientes a sus domicilios. Muchas casas eran nuevas. Pero algunas familias residían en antiguas propiedades jesuíticas. Los niños que allí habitaban —curiosos siempre— aventurábanse por los pasadizos internos y sótanos antiguos, que perforaban la ciudad, relatando anécdotas fantasmales a su amiguitos. Como la de recorrer todo el subsuelo de la ciudad durante las noches en delirio eufórico.

    Desideria vivía en una de ellas, y cualquier imperceptible sismo local, todavía subsistente en el subsuelo gredoso, hacíale creer que los niños cordobeses descontrolados jugaban bajo su cama, perturbándole el sueño reparador de la noche. Ella aún no se habituaba a la ciudad, y quería sin embargo permanecer allí.

    Había sido mucho el conflicto interior vivido, como para retornar a la Merced de su familia. Pero quizás su primo Alfonso viniera, para retirarle a Desiderita. Abrazaba a la pequeña hija todas las noches con el temor de perderla, y lloraban juntas con Manuela su mulata. Decíase a sí misma que le espantaba el momento de su llegada. La cual, sin embargo, no se producía. Alfonso como antaño, no se presentaba. No vino por ella cuando lo esperaba. Ahora no venía por Desiderita, y ella nuevamente aguardaba. Día a día. Con miedo. Con dolor. Alfonso no llegaba ...y ella insistía.

    Vestíase puntillosamente saliendo a pasear por la Alameda de Sauces que florecía sin tregua. Cayó la feroz tormenta de Santa Rosa y ella replegóse en los días subsiguientes dentro de la gran casona de piedra con todos sus fantasmas de un pasado trunco.

    Su casa ciudadana, que ella ahora habitaba, antaño perteneció a los jesuitas, quienes fueran llevados prisioneros y encadenados de allí por orden del rey Carlos III de Borbón... Y la leyenda cordobesa decía que aún ellos permanecían vagando como ánimas en pena. Cada habitación, cada escalerilla, cada una de las ventanas estaba para Desideria poblada de formas fugases. De voces con llamados sugerentes. De luces huidizas dentro de los corredores. De pasos transitorios en cuartos cerrados. De hojas de papel arrastrándose por el piso, en piezas vacía. De libros plegándose con estruendo en la plenitud de la noche. De susurros en latín. De risas juveniles. De gritos de soldados. De cadenas. De lamentos...

    Aquellas casas mitológicas se hallaban cargadas con formas imprecisables, que perpetuábanse en la imaginación colectiva. Todo su pasado permanecía latente, haciendo vibrar el escenario mágico de las antiguas residencias jesuíticas. Era necesario coexistir con tales imágenes o abandonar el sitio.

    Desideria creyó divisar en una esquina de sus habitaciones la figura togada y transparente de un Jesuita, que la observaba inquieto, como amo incoloro del lugar. Como vigía de sus pensamientos. El Jesuita evadíase cuando ella trataba de aproximarse. De enfrentarlo. Quizás de llamarlo y buscar su compañía. Deseaba preguntarle por qué su primo Alfonso no llegaba para arrancarle a Desiderita... la tierna niña que dijera escuchar infinitos pasos por los corredores misteriosos y vacíos.

    ANGUSTIA Y NOSTALGIA
    .....................................

    Desideria ornamentaba sus rubios cabellos con una moda borbónica, pero todavía no cambiaba de atuendo. El Calicanto bordeando al río Suquía, que divide en dos la ciudad, ofrecíale su coro de ranas confundiéndola con una planta selvática. Ella creía tener aún aroma a espinillo y no hallarse a tono con la ciudad que planteaba Don Rafael, el Marqués, quien llegara desde Sevilla para dar un nuevo giro a la vida de todos. Ella hallábase lista y presta para tal cambio, y vivía pendiente de él. Se incorporaba a la nueva ciudad de Córdoba sin conocer a nadie, porque poca gente se conocía bien hasta ese momento. Pero caminaban todos juntos dentro de aquel cortejo, y ella iba a la par de ellos.

    Alfonso no llegaba. No cometía la crueldad de quitarle a Desiderita. Alfonso continuaba en la Merced y no se presentaba en la ciudad del Marqués... Alfonso la abandonaba nuevamente. Como antaño. No venía, ni siquiera para cometer una injusticia, hasta ella.

    Alfonso volvió a abandonarla. Alfonso había olvidado ahora a Desiderita, como antes olvidó a Desideria, y no la retornaba a la Merced... Alfonso se apartó esta vez de su pequeña hermana Desiderita y no preguntaba por ella. No la separaba de su madre. Alfonso había abandonado primero a Desideria y ahora a Desiderita.

    REENCUENTRO
    ......................

    Replegada sobre su bordado miraba hacia el empedrado de la calle a través del ventanal, donde su enrejado bañado de luz recortábase en figura de estampa contra el suelo. Una placidez triste envolvía toda la ciudad de Córdoba, cual si un letargo hubiese caído sobre ella. El silencio era su dueño, como retornando al pasado. Sus calles habíanse vaciado y los tupidos sauces de la Alameda lloraban afligidamente. Don Rafael, el gobernador, Marques de Sobremonte, andaba de gira por la provincia abriendo caminos, fundando ciudades, radicando nuevos pobladores, plantando arboledas y viñedos, buscando fuentes de agua ...y sin él... los cordobeses sentíanse faltos de estímulo para el paseo hasta el Campo de Marte.

    Desideria sumida en melancolía, decidió vestirse y tomar el camino inverso. Partió de nuevo con sus dos acompañantes, bien acicaladas —Manuela y Desiderita— hacia la Alameda de Sauces de la Calle Ancha. Pero una vez allí continuó bordeando su acequia, el cauce de agua que alimentaba los sauces, y fue encaminándose hacia la naciente de ella, que era el coqueto Paseo Sobremonte con su lujoso lago interno en forma de fuente.

    Fue una tarde distinta, recreante de sensaciones olvidadas, entre la algarabía de árboles y flores, como cuando los dos primos Alfonso y Desideria paseaban juntas por los prados de la Merced.

    Las tres mujeres sintiéronse plenas de nostalgias en ese espacio abierto, frondoso, aromático, bajo el trino de pájaros en infinitas especies. Los boteros que remaban en la gran fuente, ofrecían a estas elegantes damas un paseo compensador de emociones, junto al frescor de los helechos. Las aguas traslúcidas permitían divisar a numerosos peces rojos, y la niñita intentaba tocarlos sumergiendo su pequeña mano en la represa.

    El retorno sería más alegre. Desiderita había jugado entre la arboleda como si recobrase su libertad en los campos de la Merced. Sus ocho años tuvieron allí esa expansión primitiva de la niñez sin límites. Y regresaban todas, muy lentamente, sin prisa alguna. Desideria sacudía sus cabellos cargados de pétalos y la mulata, silenciosa, pareciera querer comunicarles sentimientos embargados de añoranzas.

    Pero de improviso, el carbón de los ojos de Manuela dilatóse con temor, y detuvo el paso volviendo un rostro angustiado hacia la dama. Al verla, Desideria quitó la mirada que llevaba puesta en su hija, dirigiéndola hacia la puerta de sus casa que ya divisaba próxima.

    Sí... ¡ella también identificó lo mismo: El carruaje de Alfonso con su cochero a la par! .....

    (Sigue)

  2. #2
    Fecha de Ingreso
    27-abril-2019
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    7.574

    Predeterminado

    …Y si no hay parte 3, deberías inventarla...
    La Verdad nos hará libres.

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