Platón creía que cada espíritu era asignado a un reino: Elíseos para los bendecidos, el Tártaro para los condenados y el Hades para el resto.



Al principio, solo los faraones podían optar al juicio con Osiris. Después, todos los que tenían un mínimo poder adquisitivo.



En la mayoría de las religiones indoeuropeas, persiste esa idea de que deben cruzarse unas aguas para poder acceder al otro mundo.



El juicio que ya habían tenido los egipcios y los griegos se repite para los cristianos con el pozo de las almas.



El Naraka budista se encuentra debajo del mundo tal y como lo conocemos, pero difiere de nuestro infierno porque su estancia no es eterna.



Milton habla de llanuras de fuego, aunque en el infierno de Dante, Satanás está inmerso en hielo hasta la cintura, llorando y babeando.



El más bello de todos los ángeles es, para John Milton, una figura trágica que encabezó una rebelión contra Dios.