1. La práctica religiosa disminuye cuando aumenta la calidad de vida

Barber cree que hasta hace muy poco –no en vano el ateísmo es un fenómeno eminentemente moderno– la religión resolvía un problema básico de la humanidad para el que ninguna otra institución tenía solución: permitía a las personas lidiar con el estrés que provocaba la incertidumbre de nuestro día a día. “Ya fueran los desastres naturales, el hambre, la guerra, las enfermedades, la pérdida de los seres a los que amamos, o cualquier otra amenaza psicológica, la religión ofrecía una alfombra de seguridad”, asegura Barber. A medida que las sociedades se han ido desarrollando han surgido nuevos mecanismos para lidiar con esta incertidumbre, pero, además, los avances tecnológicos han hecho que ésta sea mucho menor. Por supuesto, sigue habiendo terremotos, y sigue muriendo gente, pero en los países más desarrollados las casas se construyen a prueba de estos. Sigue habiendo enfermedades, pero cada vez las combatimos mejor. Y sigue habiendo hambre, pero sólo en los países menos desarrollados donde, precisamente, apenas hay ateos. Si los problemas de nuestro día a día están solucionados, asegura Barber, nuestra necesidad de religión es mucho menor.

2. El deporte de masas ofrece los mismos beneficios

“Las similitudes entre la afición deportiva y la religión organizada son sorprendentes”, aseguraba el psicólogo deportivo Daniel Wann en un estudio citado por Barber. “Basta considerar el vocabulario asociado a ambas: fe, devoción, culto, ritual, dedicación, sacrificio, compromiso, espíritu, oración, sufrimiento, festival, celebración…”. Aunque Barber reconoce que parece un poco raro comparar la religión con el deporte de masas, cree que es necesario recordar que, “antes de que aparecieran los medios de masas, las ceremonias religiosas eran una fuente de entretenimiento para la gente ordinaria, que no podía ir al teatro ni viajar a un evento deportivo”. En el terreno psicológico, además, la asistencia a una celebración religiosa o una competición deportivatiene efectos similares. “Cantar un himno deportivo en el estadio tiene los mismos efectos que cantar un himno religioso en misa”, asegura Barber. La función de la religión de la que hablaba Marx, servir como opio del pueblo, la realiza ahora los deportes de masas, que distraen a la población de sus problemas cotidianos.

3. Los estados fuertes ofrecen más seguridad que la Iglesia

La ratio de ateos no sólo aumenta en los países con mayor calidad de vida, lo hace también en los países con un mayor peso estatal, si medimos éste a través de la carga impositiva. Para Barber la ecuación es clara: a más impuestos, mayor estado del bienestar y mayor porcentaje de ateos.“La religión disminuye en los países con un buen estado del bienestar, donde la gente ordinaria está protegida de las incertidumbres económicas. La práctica de la religión disminuyeen los países con un mejor sistema sanitario, educativo y donde los ingresos se distribuyen de manera más equitativa”, concluye el psicólogo. Esto explicaría, además, porque Estados Unidos, pese a ser uno de los países más desarrollados, sigue teniendo un gran porcentaje de gente religiosa.