pero, si Jesús fuera Dios, no tendría sentido alguno escribir que Dios había designado a Dios para juzgar a los hombres; y, además, aquí se habla claramente de un hombre designado por Dios, lo cual no tendría sentido si ese hombre fuera el propio Dios, pues, aunque el narrador pudiera entender que Dios podía ser hombre, al mismo tiempo que Dios, a la hora de hablar de él su esencia más propia era la divina, por lo que hablar de él simplemente como de “un hombre” y olvidar que se trataba del mismo Dios hubiera sido realmente absurdo.

n) Por su parte Pablo de Tarso califica a Jesús como alguien que se “somete” al poder de Dios:

“Y cuando le estén sometidas todas las cosas, entonces el mismo hijo se someterá también al que le sometió todo, para que Dios sea todo en todas las cosas”21,

pero esta frase no tendría sentido si el propio Jesús se identificase con Dios, ya que decir que Dios se sometió al poder de Dios carece de sentido.

ñ) Una prueba indirecta, pero muy interesante, de que Jesús no se presentaba ante sus discípulos más directos como Dios, aparece en el evangelio de Lucas, donde en unas pocas líneas se muestra a un Jesús dispuesto para luchar con la espada contra quienes iban a ir a prenderlo, lo cual no encaja para nada con la idea de un Dios omnipotente que hubiera podido lograr sus objetivos sin dificultad de ningún tipo ni con el Dios pacífico no opone violencia contra violencia. Dice así este pasaje:

“Jesús añadió:

-pues ahora, el que tenga bolsa, que la tome, y lo mismo el que tenga alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y se la compre […]

Ellos le dijeron:

-Señor, aquí hay dos espadas.

Jesús dijo:

-¡Es suficiente!”22.

Al parecer, quien escribió este pasaje o quien permitió que figurase entre los textos canónicos del catolicismo no se dio cuenta de que se trataba de un texto especialmente incongruente con aquellos otros en los que Jesús había estado predicando la paz y el amor al prójimo, pues aquí Jesús parece haber adoptado la línea dura de los zelotas, la de la lucha armada contra el imperio romano, que era la seguida por Judas, a pesar de que resulte chocante que en el pasaje citado Jesús exhorte inicialmente a que “el que no tenga espada, que venda su manto y se la compre”, que a continuación, cuando se le dice que tienen dos, diga “¡Es suficiente!”, y que finalmente, cuando los soldados llegan al “Huerto de los olivos” para prender a Jesús, sólo “uno de los que estaban con Jesús” recurra a ella cortando la oreja a uno de los que venían a prenderle23, acción que es reprobada por Jesús diciendo

“-Guarda tu espada, que todos los que empuñan la espada perecerán a espada”24.

Tal actitud representaba una nueva contradicción en relación con su anterior exhortación para que comprasen espadas: ¿Para qué tenían que comprarlas si luego iba a desautorizar a quienes se sirvieran de ellas?

En cualquier caso parece que en el último momento Jesús pensó que no tenía escapatoria y que por ese motivo desistió de emplear las armas, a pesar de que, según el evangelio de Juan25, Pedro intentó defenderle utilizando su espada.

Todo esto tiene sentido desde el supuesto de que Jesús, a pesar de que parece que fue un esenio, grupo que tenía una ideología más de tipo religioso que de tipo político, en algún momento pudo haber estado bastante próximo al movimiento de los “zelotes”, al que pertenecía Judas Iscariote, aunque sin llegar a decidirse por completo a integrarse en la organización.

Pero el hecho de que los evangelistas reflejen que Jesús animó a sus apóstoles a que comprasen espadas es, entre otras cosas, una prueba de su ineptitud para hacer un montaje coherente, al margen de que pudiera ser cierto que Jesús les animase a luchar, lo cual resulta difícilmente compatible con su supuesta mansedumbre, con su amor incondicional al pueblo de Israel, por encima de conflictos políticos y más allá de cualquier conducta violenta en relación con el prójimo a quien había que amar como a uno mismo.

o) En relación el dogma de la ascensión de Jesús, tiene cierto interés, comprobar la existencia de textos en los que en lugar de defenderse la idea de que Jesús ascendiera al cielo por su propio poder se afirma que “fue elevado”, es decir, llevado por el poder de alguien que no era él mismo. Así queda expresado en el evangelio de Marcos, en el de Lucas y en los Hechos de los apóstoles en pasajes como los siguientes:

– “…el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios”26,

– “…hasta el día en que fue elevado a los cielos”27,

– “…y mientras los bendecía se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén rebosantes de alegría”28,

lo cual no tendría sentido si el propio Jesús se identificase con Dios, ya que, en cuanto se considere que Dios es omnipotente, habría que considerar igualmente que Jesús lo era, pero eso queda negado desde el momento en que se dice que Jesús “fue elevado” al cielo, en cuanto tal expresión da a entender que Jesús era incapaz de ascender al cielo por su propio poder, por lo que no sería omnipotente y no sería Dios.

2.3.3. Jesús fue un seguidor del judaísmo y no pretendió crear una nueva religión.

Por otra parte y en relación con el último pasaje citado, tiene interés destacar que a continuación se dice que los discípulos de Jesús

“estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios”29,

pues, evidentemente el templo en el que estaban era un templo judío, lo cual refuerza de manera muy importante la tesis según la cual Jesús, siendo muy probablemente un ese-nio, no había intentado crear una nueva religión alejada del judaísmo, sino predicar la práctica de dicha religión de un modo más auténtico y menos ligado a los rituales meramente formales y vacíos de espiritualidad.

En apoyo de esta tesis conviene recordar que en diversas ocasiones, tanto en su vida como en sus palabras, los escritores de los evangelios presentan a Jesús perfectamente integrado con la religión de su pueblo.

En este sentido, ya a los pocos días de nacer, según se cuenta en el evangelio de Lucas, Jesús fue circuncidado cumpliendo con el rito de la religión judía30. Y a los pocos días fue llevado a Jerusalén “para presentarlo al Señor”31 y, según se cuenta en ese mismo evangelio, a los doce años Jesús ya estaba en el templo de Jerusalén,

“sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas”32.

Posteriormente, durante los años de su predicación, según cuentan los evangelios,

“Jesús entró en el templo, e inmediatamente se puso a expulsar a los vendedores, diciéndoles:

-Está escrito: Mi casa ha de ser casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones”33,

poniendo de manifiesto nuevamente su actitud de respeto hacia la religión judía, de manera que, si hubiera deseado fundar una nueva, se habría despreocupado de la que había recibido en lugar de indignarse y de rebelarse ante la actitud de quienes acudían al templo para fines nada religiosos.