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La religión como paranoia colectiva
La religión como paranoia colectiva
Transcurridos más de dos siglos desde el inicio de la Ilustración, la religión no da indicios de remitir. Muy al contrario, el número de personas que se declara religiosa sigue creciendo y siguen llegando nuevos credos y sectas a un mercado que ya parecía saturado. El fenómeno tiene desconcertado a los estudiosos: a estas alturas, la ciencia y la razón deberían haber conquistado las mentes de la gente, desalojando la mentalidad mágica y supersticiosa, aplicando una suerte de Principio de Arquímedes cosmogónico: “Toda nueva explicación del mundo que sea más precisa y predictiva que la anterior, desactiva ésta y actualiza los relatos sobre el funcionamiento de las cosas”.
Así se debería ser, pero el caso es que no es así: el sentimiento religioso está tan aferrado al ser humano que se considera un universal humano (Donald Brown, 1991), como la veneración a los ancestros, el comercio, los chistes o el tabú del incesto. Otra poderosa fuerza que empuja a las personas hacia la religión es una sensación de apocalipsis inminente que flota en el ambiente. Aunque esta percepción suele estar basada en los motivos erróneos, lo cierto es que el retorno de Dios y de la irracionalidad se nutre de este zeitgeist apocalíptico.
Si la religión está presente en todas las culturas de todas las épocas es porque tiene algún sentido evolutivo, razonan los antropólogos. (Aunque el ateísmo individual existe desde la antigua Grecia, como ha estudiado Michael Onfray, no existen sociedades institucionalmente ateas). Walter Burkert intenta en “La creación de lo sagrado” trazar las huellas biológicas de la religión. Ésta es una de sus hipótesis:
“Una última hipótesis es que el éxito de la religión podría atribuirse a que proporciona mayor tolerancia frente a las catástrofes, estimulando la procreación incluso en circunstancias desesperadas. Esto se acerca bastante a la teoría de la “endorfina”. Los humanos somos capaces de experimentar estados que se describen como “pérdida de la realidad” –los chimpancés aparentemente son inmunes a eso- en manifestaciones tan diversas como el patriotismo extremo, la fascinación por los juegos y deportes, la proverbial distracción, o más bien concentración, de los científicos y artistas y, no menos importante, el fervor del comportamiento religioso”.
Si los linces, por poner un ejemplo, fueran religiosos tendrían motivos más que sobrados para creer que están viviendo tiempos apocalípticos. Sin embargo, y tal vez por un mecanismo biológico activado por la pérdida de su hábitat se muestran incapaces de procrear para salvar su progenie. Nuestros maltratados felinos carecen de “un sistema mental que anule la realidad” como el nuestro, que nos impele a procrear incluso cuando todo se viene abajo. Volviendo a Burket,
“(…) Lo invisible se impone sobre lo obvio. La obsesión religiosa puede considerarse como una forma de paranoia, pero realmente ofrece una oportunidad de supervivencia en situaciones extremas y desesperadas en que otros, posiblemente los individuos no religiosos, podrían desmoronarse y desistir. En su largo pasado, la humanidad debe de haber experimentado muchas situaciones desesperadas, con los correspondientes surgimientos de homines religiosi.”
Así pues, la religión no sólo dota de sentido a un mundo que parece carecer de él. También somete la angustia y, en última instancia, desactiva el sentimiento agónico que ella misma genera.
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La paranoia religiosa es un miedo irracional a ser atacado intencionalmente por un agente externo en algún contexto religioso. Algunos ejemplos:
El miedo a que te roben el alma
El miedo a ser tentado por demonios.
El miedo a ser tramado por los cultistas
El temor de Dios o de Satanás.
Es una condición que se ha comparado con el extremismo y la intolerancia. Se ha citado como un posible contribuyente a la violencia política. A menudo se relaciona con la división, la proyección psicológica, el deseo de mantener un sentido de pureza en situaciones de persecución real o percibida, y actitudes rígidas e irrefutables.
En una forma alternativa de paranoia religiosa de naturaleza psiquiátrica, el paciente puede sufrir una ilusión permanente de naturaleza principalmente religiosa. Podría, por ejemplo, creer que él es el mensajero de Dios que ha sido enviado al mundo para propagar alguna religión.
https://psicologosenlinea.net/9129-p...religiosa.html
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La paranoia es una condición mental caracterizada por actitudes sospechosas y desconfiadas hacia otras personas, delirios de persecución o de grandeza y procesos de pensamiento irracional. La paranoia puede ir desde una autoconciencia general hasta una enfermedad mental paralizante. Las personas paranoicas también pueden sufrir de fobias, ansiedad o timidez extrema. La paranoia generalmente implica una desconfianza exagerada de personas o situaciones que no están validadas por la experiencia pasada. Las condiciones mentales como la paranoia no estaban bien documentadas en los siglos pasados, y la Biblia no usa el término paranoia, pero es el perfecto manual para generar paranoicos.
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Delirio místico o mesiánico: síntomas, causas y tratamiento
Este tipo de delirios pueden variar dependiendo del tipo de religión en la que se crea.
Todos y cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles, y tenemos muy diferentes vivencias y percepciones del mundo y de la realidad. En su mayoría son interpretaciones que nos permiten dar sentido a lo que vivimos de una manera que nos permiten sobrevivir y adaptarnos al medio que nos rodea.
Pero en ocasiones aparecen alteraciones del contenido del pensamiento que hacen que interpretemos la realidad de una forma concreta que resulta desadaptativa e incluso lesiva para uno mismo o para el entorno, impidiendo nuestra correcta adaptación y sesgando nuestra visión de tal modo que hacemos juicios falsos sobre el mundo. Es lo que ocurre con los delirios.
Dentro de los delirios podemos encontrar diferentes tipologías, diferenciadas por el aspecto o temática a la que hacen referencia. Una de ellos vincula estados de alteraciones sensorial propiamente psicóticas a creencias de tipo espiritual, haciéndonos considerar por ejemplo un ser con una misión divina o incluso un mesías. Estamos hablando del delirio místico o mesiánico.
¿Qué es el delirio místico?
Entendemos por delirio místico a una alteración del contenido de pensamiento, producto de una interpretación anómala de la realidad, de temática religioso-espiritual.
Como delirio que es, supone un juicio o idea inmodificable y fija que persiste con gran intensidad a pesar de la existencia de pruebas en contra, que suele generar un elevado nivel de preocupación o ansiedad en quien la padece (o impide a la persona su funcionamiento habitual) y que es como mínimo muy poco probable, habiendo además una completa falta de apoyo social o cultural a dicha idea. A menudo es producto de la interpretación de una percepción alterada (como una alucinación), y suele conllevar una cierta ruptura para con la realidad.
En el caso que nos ocupa, el delirio en cuestión tiene un contenido vinculado a la espiritualidad y religiosidad. Se realiza una interpretación del mundo, del sí mismo y de los demás únicamente en base a la fe, viendo en todo lo que ocurre una confirmación de sus creencias y de la consideración de su papel en el mundo.
Tienden a tener una consideración de que la mayoría de actos llevados a cabo son pecado y buscando expiar sus culpas o las del resto, en algunos casos incluso de manera violenta. No es raro asimismo que existan ideas de autoreferencia o incluso de grandeza, considerandose el sujeto un ente superior, un enviado divino o incluso una deidad.
Diferencia entre creencia religiosa y delirio místico
Para una persona sin creencias religiosas, puede ser relativamente sencillo atribuir a las personas que sí las tienen este tipo de delirio, dado que las creencias religiosas per se tienden a ser poco modificables y autoexplicativas (si bien la mayoría de las personas consideran estas creencias moldeables e interpretables, otras las presentan con fijeza). Pero ello no es así, del mismo modo en que tener un buen nivel de autoestima no implica un delirio de grandeza: simplemente estamos ante una exacerbación psicótica de unas creencias que ya estaban de base.
En el delirio místico se requiere de la existencia de revelación y misión, vivida con éxtasis por parte de quien lo padece, además de la sensación de tener un conocimiento claro de la verdad a través de dicha revelación. También es frecuente el abandono del estilo de vida llevado hasta entonces y la total abnegación hacia la que consideran su misión. Todo ello separa al delirio místico de la creencia religioso-espiritual normativa, en la que no aparece una confusión seguida de la idea de significación de la experiencia alucinatoria.
Causas de este delirio
El delirio místico, como puede verse, tiene una fuerte influencia religiosa y cultural como una de sus principales bases. Sin embargo, las causas de la aparición de este delirio no dependen solo de este factor si no que son múltiples los factores que contribuyen a su génesis. El delirio es percibido como una explicación racional por parte del sujeto, a menudo sirviendo para justificar la existencia de una experiencia alucinatoria que les perturba.
La religiosidad en sí es un factor relevante pero no necesariamente determinante (existiendo controversias según el estudio respecto a si su papel es fundamental o una variable más), si bien las creencia religiosas concretas de una persona con este tipo de delirio suelen determinar el tipo de contenido del delirio. Por ejemplo, en la religión cristiana tienden a abundar más los delirios relacionados con la culpa mientras que en el judaísmo suele existir mayor experiencia alucinatoria nocturna asociada a la vinculación de la noche con espíritus.
Eso sí, muchas personas con este tipo de problema no tienen ninguna creencia religiosa concreta, con lo que no en todos va a tener un efecto. Otros factores relevantes son el nivel y tipo de educación de la persona y su estado civil.
Última edición por Loma_P; 23-may.-2022 a las 23:45
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Asimismo, se ha asociada principalmente la existencia de este tipo de delirios místicos a la presencia de una intoxicación por drogas, alimentos o fármacos, algunas enfermedades médicas o psiquiátricas (incluyendo especialmente los trastornos psicóticos como la esquizofrenia), el dolor agudo o crónico (interpretable como una señal), o las demencias. Suele ser típico de personas que padecen lo que Emil Kraepelin denominó parafrenia, un trastorno psicótico crónico en que los delirios tienen carácter relativamente fantasioso y en que salvo en la temática en cuestión la personas no presenta grandes alteraciones.
Tratamiento de este tipo de delirios
El tratamiento de un delirio, independientemente de su tipo, es complejo y relativamente lento. Y es que todos tenemos tendencia a mantener nuestras creencias de forma más o menos firme. Ello hace que las experiencias delirantes, que para quienes las tienen representan mejor la realidad que otras, se intenten perpetuar y los intentos de modificación directa sean directamente rechazados. Asimismo los sesgos interpretativos de los fenómenos que ocurren hacen que el sujeto refuerce su ideación delirante.
En todos los casos en primer lugar es necesario estabilizar al paciente si estamos ante un trastorno psicótico o bien combatir el agente infeccioso o tóxico si estamos ante una infección o intoxicación de algún tipo. Una vez empezado el proceso psicológico se requiere primeramente vencer la actitud de vigilancia y aversividad del paciente hacia el terapeuta y ganarse su confianza, sin realizar una confrontación directa con sus creencias delirantes. Se busca fomentar la relación terapéutica y lograr acceder poco a poco y a medida que se aumenta la confianza al núcleo de la ideación.
Se plantea que el paciente vaya poco a poco haciendo introspección y visualizando qué le ha llevado a pensar de tal manera. Generar un aumento de la comunicación y poco a poco ajustando los procesos de pensamiento hacia un esquema de la realidad más adaptativo.
El tipo de entorno que tenga el paciente también puede llegar a tener un papel relevante en su tratamiento, debido a que es posible que en sus inicios la sintomatología no sea considerada aversiva hasta pasado un tiempo prolongado. Ello aumenta el riesgo de cronicidad y consolidación del delirio. En este sentido algo de psicoeducación al entorno referente al problema que el sujeto presenta (siempre respetando las creencias religiosas que posean), podría ser beneficioso tanto para éste como para el paciente.
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Esta patente paranoia: Ansiedad y asedio mental en Jonestown
El miedo nos hace perder la perspectiva. Te lleva a cometer muchos errores. Hay círculos cristianos que viven en constante paranoia. Se sienten asediados por un mundo que les resulta hostil. Todo les parecen atentados contra la libertad de expresión. Perciben cualquier gesto como amenaza. Todo son conspiraciones y tramas ocultas. Se ven rodeados de enemigos, que les tienen en el punto de mira. Su afán de protagonismo hace que busquen la oposición que haga evidente su persecución, hasta el punto de escenificar ataques con el único objeto de llamar la atención. Jonestown es un claro ejemplo de a dónde te puede llevar la paranoia.
Toda iglesia tiene miembros que han salido con quejas. Suelen ser individuos o familias que se han marchado disgustados, como ocurría en el Templo del Pueblo. Algunos se habían cansado de la paranoia de Jones, otros estaban indignados por el fraude de la manipulación de sus milagros. Varios se habían asustado por la escalada de violencia en la disciplina en la iglesia, pero la mayoría estaban resentidos por haber entregado sus propiedades a un individuo que como su hijo dice, no era más que un espejo en el que cada uno proyectaba lo que buscaba en la vida, fueran un padre, un amante o un simple modelo a seguir.
Muchos callaban, sea por miedo a las represalias, o al escepticismo de aquellos que no iban a creer sus historias. El artículo de la revista New West en el verano del 77 cambió todas las cosas. El Templo negó todo en varios comunicados de prensa, pero la realidad es que Jones había tenido que dejar el país antes de lo que pensaba y los dos principales diarios de San Francisco iban a seguir la investigación de New West. Muchos antiguos miembros se encontraron de nuevo por medio del matrimonio que había denunciado el Templo al Departamento del Tesoro por contrabando de armas con pasaportes falsos, los Mertle. Se formó entonces un grupo que atendía al nombre de Parientes o Familiares Preocupados.
Elmer y Deanne Mertle fueron de los primeros miembros en dejar el Templo. Llegaron a ser parte de la iglesia en 1969. Ella se encargaba de las publicaciones y él era el fotógrafo oficial del Templo. Lo dejaron en 1974 con sus cinco hijos, después de que su hija fuera golpeada con una paleta por una infracción menor. Al salir cambiaron oficialmente su nombre a Mills, ya que habían dado derechos legales a Jones. Ella publicó entonces sus memorias de “Seis años con Dios: La vida dentro del Templo del Pueblo del Rev. Jim Jones” y estableció un centro en Berkeley para la “desprogramación” –el polémico tratamiento de terapia conductista en los años 80, que implicaba el secuestro de miembros adultos de sectas, previo pago de los familiares a supuestos especialistas–.
Los Mertle convencieron al representante del partido demócrata Leo Ryan a ir a Jonestown, donde fue asesinado en el aeródromo de Port Kaituma por miembros del Templo del Pueblo. Un año después aparecieron muertos en su casa, junto a su hija de 15 años. Un hijo de 17 que estaba en casa, Eddie, no sufrió daño alguno, pero sus padres y su hermana Daphene fueron asesinados en 1980, limpiamente, como en una ejecución. La entrada no había sido forzada y no había señales de robo. El hijo dice que no oyó nada, pero había residuos de los disparos en sus manos. Eddie fue arrestado al venir de Japón en 2005, pero fue liberado por falta de pruebas y volvió a este país, donde vive con su esposa y dos hijos. Muchos siguen sospechando que el Templo del Pueblo estaba detrás de los crímenes.
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Grace Stoen empezó los trámites para recuperar la custodia de su hijo John Victor, que su marido Tim había dicho ante notario, que era hijo de Jim Jones. Los dos lo negaron a partir de entonces. En el reportaje de New West ella no dice nada de su hijo, pero el testimonio de los dos está en el centro del documental evangélico “Engañados” (Deceived), el excelente trabajo que hizo el profesor de comunicación de Fuller, Mel White –antes de “salir del armario” y casarse con otro hombre, tras dejar a su familia y revelar que había sido el “autor fantasma” de libros de predicadores tan conocidos como Billy Graham–. En la película no hablan de su separación, ni la declaración jurada en 1971 de que John Victor fuera hijo de Jones. Tim autoeditó luego sus memorias, siendo fiscal. En ella se presenta como alguien en continua guerra con Jones, aunque fue su principal representante cuando era ayudante de fiscal.
CUSTODIA EN CONFLICTO
Tim Stoen no se alió inmediatamente a la causa de los Familiares Preocupados, pero la demanda de custodia de Grace le dio mucha más publicidad al grupo que el pleito de los Mertle por las casas que decían que el Templo se había apropiado. A su favor, Jones no sólo tenía la declaración jurada de Tim, que decía que él le había pedido al pastor que engendrara a su hijo, para mantener a Grace en el Templo y que ella se negó a abortar, como Jones le pidió. Además, el pastor tenía preparadas acusaciones falsas, por si llegara el caso. Docenas de miembros del Templo estaban dispuestos a testificar que la madre maltrataba a su hijo e incluso abusaba sexualmente de él, así como de otros menores que estaban bajo la custodia de la iglesia.
El mismo día que ella presentó la demanda en San Francisco, solicitó el divorcio de Tim, que Jones presentaba ahora como el enemigo del Templo. Al anular el juez la custodia de Jones del hijo, no sólo podía perderlo, sino permitiría que el Templo se quedara sin muchos de los menores que estaban bajo su tutela. Los adultos se podían ir y todo el proyecto de futuro como sociedad alternativa de Jonestown se haría pedazos. Al no presentarse ante el juez, el abogado de Grace, Haas, lleva el caso ante la justicia de Guyana. La noche antes de ir el abogado con el funcionario del juzgado a Jonestown, Jones se pone nervioso y escenifica otro de sus atentados. Le pide a su hijo Jimmy que dispare su rifle en la cabaña, para que crean que les están invadiendo y han intentado asesinarle.
Maria Katsaris recibe a la comisión y les dice que el pastor está ausente. Asegura que no sabe cuándo vendrá. Mientras Jones manda un mensaje por radio a la oficina del Templo en la capital, para que contacten con el primer ministro, Reid, pero él también está ausente, precisamente en Estados Unidos. En la mente paranoica de Jones, la demanda de presentarse ante el juez Bishop en Guyana no es casualidad que coincida con la visita de Reid a Estados Unidos. Teme que hay una conspiración contra él, que une a los gobiernos de los dos países. Su reacción de alarma es anunciar a todos por los altavoces, que van a ser atacados. La amenaza viene, según él, al unirse un grupo de mercenarios a tropas de Guyana, dirigidos por Tim Stoen, para llevarse a los niños del Templo. Pone a dos docenas de hombres armados en la entrada y pide a su hijo Jimmy que lleve con otro adolescente, los lingotes de oro –que constituyen el tesoro del Templo, fuera de las cuentas en bancos extranjeros– a la jungla, para llevarlo a la embajada soviética –que será su lugar de refugio–.
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ASEDIO MENTAL
Aunque Jones toma el papel de comandante en jefe, tiene como asesor militar a Tim Carter, un veterano del Vietnam que había llegado al Templo en 1973 con las heridas emocionales de la guerra y una infancia marcada por la muerte de su madre y el maltrato de un padre alcohólico. La segunda noche del supuesto sitio, Jones cambia de táctica. Anuncia que se van con el barco del Templo a Cuba, para pedir asilo. El abogado vuelve a Jonestown y John se marcha con su probable hijo a la jungla. Al marcharse Haas a la capital, el pastor dice a su esposa Marceline en California, que están “preparados para morir”. Finalmente ella localiza al primer ministro de Guyana en Estados Unidos, que le dice que no van a ser atacados. Luego Reid mismo asegura a Jones que no va a ser arrestado, pero él no le cree.
Esos “seis días de asedio”, los indígenas no podían entrar en Jonestown, como era costumbre los domingos por la tarde, que recibían atención médica, les invitaban a comer y veían películas con los miembros del Templo. Maria Katsaris cuidaba de John Victor. De hecho, le dijo que su madre había muerto. Las autoridades de Guyana, lejos de estar a punto de atacar Jonestown, mantenían relaciones cordiales con el Templo del Pueblo, que visitaban regularmente. Y Estados Unidos había nombrado un nuevo embajador en 1978, John Burke. Este acababa de mandar un informe confidencial al Departamento de Estado, que decía que era “improbable que nadie estuviera contra su voluntad en la comunidad”. Lo que pasa es que Jones lo desconocía, obviamente. Y en su mente, las dos naciones eran ahora enemigas del Templo del Pueblo. Ryan era el único dispuesto a acometer acciones contra Jones, si era reelegido ese año.
Jones culpa de todo a Stoen, que era odiado por muchos que creían que era el responsable de la dura disciplina del Templo. Contrata a un abogado de Guyana y ofrece dinero a los Stoen, para cerrar el caso, pero no aceptan el soborno. A los problemas legales por la custodia de John Victor, se une la demanda de los padres de otro menor y los intentos del padre de Katsaris por convencer a su hija, trasladándose a Guyana. Ella tiene que entrevistarse con él en la embajada. Ante personal diplomático y varios miembros del Templo, ella dice que está bien en Jonestown y después de marcharse, el padre se entera que le ha acusado de abusar sexualmente de ella, cuando era niña. Ese mismo mes Jones escucha que el fiscal general de California quiere hacer público el registro de su detención por indecencia en un cine de Los Ángeles. Para colmo, su esposa vuelve a Jonestown, donde él está viviendo abiertamente con Katsaris y Layton. Le dan una cabaña para ella sola, pero el 9 de diciembre aparece muerta su madre de un ataque al corazón.
“PRIMERA NOCHE BLANCA”
En ese estado emocional es que Jones anuncia una noche que se van a Rusia. Al decir esto, se desvanece en la silla del pabellón donde están reunidos. Recobra el conocimiento y explica que ha sufrido una “hemorragia cerebral”. Les advierte que tienen que aprender ruso y dejar la Tierra Prometida que tenían en la jungla. No hay discusión, ni votaciones. Es entonces cuando le pide al médico Schacht un “medio germicida”, que él pueda desarrollar. El joven doctor que el Templo había formado, le contesta en una nota que “puede organizar el aspecto suicida”. Los planes de ambos eran conocidos por Layton, Katsaris y Phillys Chaikin. Esta última sugiere que lo mejor sería disparar a todos, pero Jones prefiere el veneno.
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La mañana del 16 de febrero de 1978 Jones junta a todos en el pabellón. Anuncia que hay cambios en el gobierno de Guyana. La CIA podría haber intervenido. Y la presencia de soldados en Port Kaituma sugiere un ataque inminente. Alguien dice en la grabación que han de irse entonces a Rusia, pero para su sorpresa, Jones afirma que no están preparados para ello. Ancianos y niños se quedarían atrás y él no está dispuesto a ello. No tienen más que unas horas. Lo mejor es que ellos mismos se quiten la vida, dice Jones, para que sus enemigos no piensen que han triunfado. Algunos murmuran, pero no se oye objeción alguna. Se prepara un líquido oscuro que han de beber. Morirán en tres cuartos de hora. Ahora sí que algunos protestan, pero los guardias les ponen al principio de la fila, para hacerles beber a ellos primero. Jones les promete una “muerte sin dolor”.
Los que estaban en la Comisión de Planificación en San Francisco sospechaban que Jones estaba haciendo otra prueba de lealtad, como la que había hecho con ellos, cuando dijo que había envenenado el vino que una vez les dio en una reunión. Efectivamente, cuando todos habían bebido en Jonestown, dijo: “¡No habéis tomado!”. Era una prueba más para saber si estaban dispuestos a entregar su vida por la causa. Habían aprobado. Tenían ahora el día libre. No tenían que ir a trabajar. Parece increíble, pero no era un juego, sino la locura a la que lleva la paranoia de sentirse asediado. Te hace creer que el mundo gira alrededor de nosotros. Y todos te han de mostrar su lealtad ofreciendo su vida, si hace falta.
EL PELIGRO DE LA ANSIEDAD
En Lucas 12 Jesús exhorta a sus discípulos sobre el peligro de la ansiedad. No han de tener miedo, porque su Padre está en los cielos. Les dice: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (v. 32). El es el Pastor, el Padre y el Rey.
Tenemos que renunciar a toda ilusión de control y creer que Jesucristo es el Rey Pastor. Si “el Señor es mi Pastor” (Salmo 23:1), “el Cordero es mi Pastor” (Apocalipsis 7:17). Quien nos busca, guía y protege, ha vivido, muerto y resucitado, para interceder por nosotros hasta que vuelva un día y nos de el descanso que la muerte no puede darnos.
El mandamiento más repetido en la Biblia es: “¡No temáis!”. Según la Escritura, si tememos tanto al hombre, es porque tememos tan poco a Dios. El temor del Señor es el antídoto a la ansiedad. Es lo que a Jones le faltaba, pero también a muchos de sus seguidores. Si Dios es bueno, podemos dormir confiados. El Cordero es mi Pastor. Él nos guardará de todo mal.
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Características De La Personalidad Paranoica.
• Desconfianza: Tienen una suspicacia permanente y a veces oculta en la apariencia de lo contrario. Poseen una creencia exagerada de las posibilidades agresivas y conspiradoras del prójimo, y se sienten fácilmente provocados y aludidos.
• Rigidez: Son individuos autoritarios que toleran difícilmente que se les lleve la contraria.
• Hipertrofia del yo: Se manifiesta por un egocentrismo marcado y una autofilia que conduce a la valoración exagerada y reiterada de sus virtudes, éxitos o aciertos. Todo ello redunda en acentuar su narcisismo.
• Evitación de la intimidad: se mantienen firmes en su postura, evitan la intimidad por temor a dar información que pueda ser utilizada como arma por sus enemigos.
• Rencorosos: están a la espera de la venganza. La sobre valoración, la intolerancia a la crítica, la auto justificación de los errores, el humor irónico y la necesidad del contrincante forman parte de los rasgos del trastorno paranoide.
• Hombres de dos caras: si se tiene la oportunidad de hablar con algún familiar o persona cercana, se verá que le paranoide tiene un tipo de conducta para los familiares o amigos y otra muy distinta para los que no lo son.
• Juicios erróneos o pasionales: Es el típico pasional con unos criterios apriorísticos, sobre lo que va a justificar mediante racionalizaciones su conducta. Fácilmente cree q los demás compiten con ellos y por esto esconden sus hallazgos de libros, objetos y lugares, etc., particularmente a los q creen sus adversarios.
• Justicia y fanatismo: Las normas, la lealtad y la justicia sirven como disfraz al resentimiento y agresividad. A menudo vehiculan esas actitudes de perfeccionismo integrándose en sectas religiosas o grupos políticos, de los que serán obstinados fanáticos.
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