Los líderes de una secta cristiana que quemaron vivos a más de 700 de sus seguidores en una iglesia hace 20 años
Patience Atuhaire
Enviada especial de BBC News a Kanungu
11 junio 2020
Judith Ariho no puede llorar todavía al recordar la masacre en la iglesia en la que murieron su madre, dos hermanos y otros cuatro familiares junto a otras 700 personas.
Hace 20 años, en el distrito Kanungu, en el suroeste de Uganda, cientos de personas fueron encerradas dentro de una iglesia y sus líderes le prendieron fuego desde afuera.
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Dos décadas después, el horror del evento sigue persiguiendo a Ariho, quien parece ser capaz de lidiar con el trauma al cerrarse a las emociones.
Los muertos eran miembros del Movimiento para la Restauración de los Diez Mandamientos de Dios, una secta del "día del juicio final" que creía que el mundo se acabaría a comienzos del milenio.
"El fin de los tiempos actuales", como lo expresó uno de sus libros, llegó dos meses y medio después del inicio del nuevo milenio, el 17 de marzo de 2000.
Veinte años después, nadie ha sido juzgado por la responsabilidad en la masacre y los líderes de la secta, si están vivos, nunca han sido encontrados.
Olor a carne quemada
Anna Kabeireho, que todavía vive en una ladera en la tierra que pertenecía a la secta no ha olvidado el olor que envolvió el valle ese viernes por la mañana.
"Todo estaba cubierto de humo, hollín y el hedor a carne quemada parecía ir directamente a los pulmones", recuerda.
"Todos corrían hacia el valle. El fuego seguía. Había decenas de cuerpos quemados".
"Cubrimos nuestra nariz con hojas aromáticas para evitar el olor. Durante varios meses después, no pudimos comer carne".
Kanungu es una región fértil y pacífica de verdes colinas y profundos valles cubierta de pequeñas granjas.
El viaje hacia el valle que una vez fue la sede del Movimiento debe hacerse a pie.
Desde allí, es fácil ver cómo la comunidad religiosa mantuvo sus vidas lejos de los ojos de los vecinos.
El canto de los pájaros rebota en las colinas y se escucha el sonido de una cascada en la distancia cercana. Es el escenario ideal para una existencia contemplativa.
Pero no queda nada en la actualidad del edificio que fue rociado con gasolina.
Cerca del lugar donde se encontraba hay un largo montículo de tierra, el único marcador de la fosa común en la que están enterrados los que murieron en aquel infierno.
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