Lo que haya dentro de la cabeza de la mujer que aborta no la justifica.
Entre los años 1459 y 1462 en la ciudad de Arras, Francia, Cortes eclesiásticas quemaron a 12 personas, acusándolas de practicar hechicería diabólica ( provocar daños a hombre y animales), este juicio llegó a ser la referencia para las descripciones de los sabats. Este caso es descrito como una instancia donde la inquisición investigaba el crecimiento de la Vauderie o los Waldenses. Quemaron a cuatros mujeres viejas y a un hombre. Tan salvage fue las acciones de la Iglesia que el Parlamento de Paris intervino para que se liberaran a los prisioneros restantes. En 1491 el Parlamento «rehabilitó» a los ejecutados. Los primeros arrestos habían sido posibles gracias a las denuncias de un prisionero convicto llamado Robinet de Vaulx.
Ojalá Dios aniquilara a todos los terroristas y perversos similares pero claro, así será...
Robo de datos personales en hospitales
Una denuncia de Juan Bourgon, también ex miembro de los Testigos de Jehová, motivó, según ha podido saber EL ESPAÑOL, una multa a la organización cuya cuantía se ha conocido esta misma semana. La Agencia de Protección de Datos ha multado al culto religioso con 10.000 euros por recopilar datos de médicos y pacientes sin autorización previa. El procedimiento era tan sencillo como maquiavélico.
Tenía lugar, según los documentos a los que ha tenido acceso este periódico, en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Cantabria). A través de unos Comités de Enlace con los Hospitales, los Testigos de Jehová se dedicaban a recorrer todos los hospitales, hablando con médicos para comprobar si estaban dispuestos a operar sin sangre, tal y como establece su religión, la cual prohíbe toda clase de transfusiones. Al recopilar esos datos, se agenciaban para sí información privilegiada sobre los pacientes. No pedían permiso para ello.
Juan vive en Santander y es ingeniero agrónomo. Le expulsaron de la congregación en el año 2016 cuando se enteró de los casos de abusos sexuales desvelados en Australia. Juan acudió a los líderes del centro inquiriendo sobre si era cierto todo aquello que se contaba y que había sucedido en tan remoto país. Le dijeron que no volviera hablar de aquello, que eran publicaciones orquestadas “por el demonio”. Le desterraron por "apostasía".
Pero el punto de inflexión en cuanto a sus dudas sobre los testigos le llegó poco antes de que le echasen. “Tuve una mala experiencia con uno de los ancianos. Descubrí que era curandero, un naturista que pasaba consulta prácticamente solo a Testigos de Jehová”.
“Aquello de difundir técnicas de medicina alternativa no me parecía bien. Comenzaron a considerarme una persona incómoda”, asegura. Juan era, además, el encargado de actualizar la base de datos ilícita que la organización enriquecía con información confidencial robada sobre los pacientes de Cantabria. Cuando le expulsaron, decidió denunciar.
Todos sus amigos, todos sus familiares le borraron de sus vidas solo por aquella pregunta sobre los abusos sexuales que se estaban investigando en Australia. “Como prefieres desobedecer a Jehová y al consejo de ancianos, pues nada. Hasta siempre o hasta nunca. Imagínate, amistades de 12 años y más diciéndote eso”.
Sin dos testigos no hay violación
Le sucedió en el año 1994, cuando apenas era una niña. Un día de aquel año, Noelia Piris fue a la casa de sus vecinos a enseñarles unos patines nuevos a las nietas, con quienes pasaban muchas tardes. Allí no estaban sus amigas, sino la madre, durmiendo la siesta y el padre en el salón. También ellos, como la familia de Noelia, eran miembros de los Testigos de Jehová. Dentro de la casa, la agarró por la pierna para que no se marchase. Se colocó detrás de ella y le bajó los pantalones. Luego le introdujo los dedos en la vagina. Ella cerró las piernas y trató de resistirse, pero él se las volvió a abrir, todavía con más fuerza. A día de hoy no recuerda cuánto duró aquello, pero conserva la sórdida imagen del pederasta lamiéndole la cara mientras la forzaba.
Se lo contó a su madre, quien buscó al pederasta. Pronto operó eso que en la organización religiosa llaman justicia interna. La normativa interna solo permite condenar el abuso a un menor cuando hay dos testimonios diferentes que puedan corroborar los hechos. Noelia se enfrentó a cuatro interrogatorios. En el quinto, los ancianos se encerraron con ella, con sus padres, su abuela materna, el presunto abusador y su mujer en una misma habitación.
Querían que todo se arreglase allí, dice Noelia, que todo quedase en aquella habitación. Lo hicieron para confrontar las versiones, y para que nadie contase nunca nada sobre aquello. Le instaron, detalla a este periódico, a que recrease los hechos con todo lujo de detalles. La joven no pudo articular palabra. "Me dijeron insistentemente que le tenía que perdonar, que era lo que Jehová quería. Y yo dije que no mientras lloraba".
Noelia contó su historia hace dos años en El Periódico de Cataluña. Revelar la verdad (y denunciar los hechos ante las autoridades) le trajo consecuencias. “Fui al entierro del padre de una amiga mía que era testiga de Jehová -relata a EL ESPAÑOL-. Allí todos me giraron la cara. Estaba Incluso mi abusador, y todo el mundo saludándole, hablándole como si nada. Muchos me recriminaron que saliera a cara descubierta, que fuese valiente y contase la historia. Por redes sociales algunos me dijeron que no me creían. Me criticaban, diciendo que por qué les estaba haciendo ese daño, que por qué lo contaba ahora...”.