Me quedo con el final del artículo que es lo demoledor:

Esto significaba, nos enseñaban en el Instituto Bíblico, que bajo la influencia de la conversión de Constantino, la Iglesia empezó también a jerarquizarse y revestirse con los símbolos del poder mundano. Se hizo, en efecto, política y hasta se sirvió del drama de la crucifixión para fomentar la teología de la cruz y del pecado en detrimento de la teología de la resurrección y de la esperanza.

Para la Teología de la Liberación, por ejemplo, la crucifixión es el símbolo de todos los torturados y asesinados injustamente en la historia de la humanidad y la resurrección, la gran esperanza de todos los excluidos. Aquella teología, tan enraizada en América Latina, intentó ser una vuelta al cristianismo primitivo en el que primaba la imagen del Buen Pastor a la del crucificado. Sin embargo, la Iglesia que aún se revestía, hasta el papa Francisco, con los símbolos del poder de los emperadores romanos, prefirió inculcar la teología del miedo al infierno.

A la Iglesia del poder nunca le estorbó el Jesús muerto. Temió más bien al Jesús vivo y encarnado, solidario con aquella parte de la humanidad que, como en los tiempos del profeta crucificado, acaba siempre abandonada a su destino.