El metro de la ciudad de México está patas para arriba. A partir de el incendio en una estación sub eléctrica hace casi un año, que dejó temporalmente fuera de circulación a tres líneas completas; esas mismas tres líneas quedaron para el perro. Lentas a más no poder, escasas de trenes, y por lo mismo atiborradas de gente, apretada como sardina incluso en horas no pico.

Por si eso fuera poco, los pasillos están invadidos por una ola de vendedoras semi fijas, emanadas de las protestas feministas; todo un caso.

Resulta que la política del nuevo gobierno de la ciudad es no reprimir protesta alguna, y en nombre de eso permiten y toleran toda clase de cosas, Incluso la destrucción del mobiliario del metro; llámense torniquetes, aparadores, locales comerciales, Etc.

Luego, para evitar más destrucción, negociaron con las revoltosos feministas. Y aquí hago paréntesis para aclarar que el feminismo y las protestas no son reprobables en si; sino que lo reprobable es la violencia que se da en ellas por cobardes "anarquistas" encapuchados y anónimos, destructores, delincuentes.

En resumen, que a cambio de cuidar su imagen política, el gobierno de la ciudad negocio espacios públicos, estratégicos y de riesgo; es decir que aceptó el chantaje: espacio público a cambio de paz y tranquilidad. ¡ Patético !.

Y bueno, luego sigo con el tema.

Saludos.