Cuando leemos las historias de la Biblia, nada sobre ellas cuestionamos. No teníamos uso de razón, y ya nos habían dicho que era palabra de Dios.

Algunas historias se han quedado obsoletas. El hombre ha evolucionado. La Biblia, no.

Empezaré por una de las últimas historias: La de la casta Susana.

Los dos viejos lascivos cayeron en la trampa cuando dijeron árboles diferentes donde habían visto a Susana con su amante.
Uno dijo encina y otro dijo lentisco (o algo parecido).

Hoy en día, antes de morir apedreados, hubieran pedido un abogado, que con toda facilidad les sacaría del conflicto, trasladando el problema a Susana.

El abogado diría a uno de ellos (por ejemplo, al que dijo lentisco) que todos los árboles que le muestren diga que son un lentisco.

A partir de ahí, todo el proceso toma un giro inesperado, y la casta Susana no las tiene todas consigo.