“Y hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, un estanque que en hebreo es llamado Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese”. (Juan 5:2-4).

No pongo en duda las propiedades milagrosas del estanque.

Pienso: Dios repartiendo curaciones con cuentagotas, tras una competición de unos pobres desgraciados.

Esos pobres desgraciados añadían a sus males uno más: la angustia de tener cerca la sanación, pero en competición con otros muchos enfermos.

Creo que a eso se le llama… crueldad.

Visto esto, la curación relatada poco después carece de importancia.

Jesús pudo curar (puesto que pasaba por allí) a todos los enfermos que esperaban su sanación en aquel estanque. Pero no, como a la madre Teresa, solamente le interesaba la foto. Que Juan, el discípulo amado, inventara tan bonita historia.

… Y luego, algunos cristianos queriendo arreglar el mundo…