No, no es un tema médico; no se me asusten.

Para empezar hablemos de Francesca. Es el personaje principal, uno de los dos, en la novela "Los puentes de Madison" escrita por Robert James Waller.

Y ¿porqué un personaje de novela puede originar alguna clase de síndrome?. Vamos, no nos pongamos estrictos, pragmáticos, quisquillosos. Ya todos mis lectores saben la manera en que abordo los temas.

Francesca representa a la mujer casada, en general. Y a la mujer enclavada en la provincia, en particular.

La provincia, ya de suyo, tiene siempre un dejo de sub lugar; es decir, de un sitio al que le falta algo para sentirse parte del mundo actual y civilizado, cualquiera que sea la definición de estos terminos. Y por lo tanto ese dejo se convierte muchas veces en un dejo existencial, que es a fin de cuentas lo que lleva a Francesca a la búsqueda de "algo mas" en su vida; una especie de escape o camino de salida.

Y Robert, el otro personaje principal, representa esa oportunidad materializada.

La mujer casada, en general, tiene también un dejo de desilusión; o como lo dice en alguna parte de la novela la misma Francesca, la sensación de haber dado fin a sus sueños. Y por ello, de alguna manera, dentro de la rutina de la vida de cada mujer casada, se sigue esperando la oportunidad de recobrar la ilusión por conseguir aquellos sueños, o por recobrarlos al menos.

Cuando se encuentra a una persona que consigue despertar aquellos viejos sueños, ilusiones, anhelos ya casi secretos; entonces se abre un canal especial. Y en Francesca esa conexión se convirtió en amor. Y aquí recuerdo esa parte del poema de Becquer "tu corazón, de su profundo sueño, tal vez despertará".

¿Que es un crimen?. ¿Que es una traición?. ¿Que es una vil infidelidad?. Se le puede llamar como cada quien quiera; mas hay algo que marca diferencia: el sentir.

En el sentir se definió la grandeza de la novela, particularmente en la elección que ella tomó al final. Y eso también significó la resignación de Francesca a entregarse a lo que ya tenía, para lastimar a la menor cantidad posible de su gente allegada; a cambio de su dolor y el de Robert.

Pero las demás, el resto de Francescas del mundo; no todas son iguales ni todas tienen la misma vida, ni las mismas oportunidades. No hay un Robert para cada una de ellas, ni algo o alguien que reavive los sueños. Algunas pocas conocerán algún Robert, pero no todas tendrán el valor de seguirlo; el remordimiento o el miedo las mantendrán estáticas e inactivas.

Aunque también las habrá que dejarán todo por seguir a su Robert.

El síndrome Francesca es real, existe; es parte inherente de ser humano. Y no solo las mujeres son Francesca, hay también hombres Francescos; los hay y muchos.

Y como tome cada quien el momento de sentir y de vivir esos dejos de nostalgia, de anhelo de libertad o de mejores cosas; por sobre su condición matrimonial. Son cosas que hacen la vida. Son las que nos hacen diversos y humanos. Son las cosas que escriben la historia, las historias de vida y las novelas de amor; cada cual la suya.

Este tema bien pude incluirlo en mi tema "la vida". O bien pude hacerlo parte de los sueños de las noches de invierno; o quizá y ya lo hice. Cabe en todas partes.