EL MALÓN
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por Alejandra Correas Vázquez
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En Charcas (Alto Perú siglo XVII) el encomendero Francisco Vázquez de Oporto, recién arribado de la provincia del Tucumán recorre el Gran Mercado. Elige. Selecciona. Se hace asesorar en el gusto femenino. Es amigo de varias damas altoperuanas, que año a año lo aguardan, y que ahora se complacen en acompañarlo en estos encargos. Pero él tiene el olfato propio de su sangre lusitana, no sólo comercial, sino también de las elegancias y finezas. Del navegante que ha conocido Oriente, en su época de esplendor. Del caballero lusitano que a pesar de su aislamiento pampeano, aún recuerda el ornato de Portugal... ¡Y llena un espléndido arcón!

Adornará a su ángel rubio de 15 años, llamada Isabela, con las galas más elegantes que existen en el Mercado de Charcas. Con el mejor lino bordado al ñandutí en Paraguay. Con las sedas de Manila. Con las últimas importaciones orientales, que llegan hasta alli por la ruta del Pacífico, su antigua ruta. La ruta de la seda, los corales y las perlas.

La joyería debe buscarse en Potosí, y esta selección le demanda más tiempo. Los talleres compiten allí en precios y bellezas. Cada uno de ellos es una muestra sorprendente de orfebrería. Por fin se decide, cuando cree hallar los mejores ornatos para lucir en una joven rubia. No se engaña, pues ellos son de gran hermosura.

La caravana finalmente emprende el regreso. El descenso. Desde Potosí a 4 mil metros de altura, debe retornar a la pradera pampeana de su Merced. La Puna se aleja. Se pierde a la distancia el Altiplano. Don Francisco recobra sus caballos, mulas y ruedas que dejara a buen recaudo. Entra en las selvas lluviosas. Luego tierras áridas lo envuelven. El vergel del Tucumán se insinúa. Cruza la Salina Grande. Atraviesa ese desierto blanco. El Tucumanao se aproxima y ya entra en él. La ciudad de los Jesuitas —Córdoba del Tucumán— lo recibe revestida en su sobriedad y erudición. Nuevamente saluda al Prior y le hace entrega de su encargo, el dinero logrado con la venta del Vino del Rey que los jesuitas elaboran en Jesús María. Le trae cuantiosas noticias del Obispado de La Palta altoperuano. Otra vez se reencuentra con su hijo estudiante.

El camino nuevamente lo aguarda. Siguiendo la ruta del sur, el clima se refresca rápidamente. El horizonte baja, lo invade la planicie. Lo recibe la pampa infinita. Las aguas del Río Segundo, su vergel y su tierra lisa, saludan al encomendero que regresa al fin...

¡Se acerca ya el reencuentro! Medita en el momento cuando abrirá a su hija quinceañera el arcón, que ha atravesado repleto de sedas, joyas y bordados, casi un medio continente. La luminosidad del día está plena en su euforia matinal. Don Francisco reconoce el escenario porque es el suyo. Aquél que dejó tres meses atrás y el mismo que lo ha aguardado año tras año, en su tráfico altoperuano.

Es éste. Es el mismo. Es el suyo ... ¡Y no es el mismo!

Nada. Nada queda de su casa. Nada de sus almacenes. Nada de su hacienda. Nada de su capilla. Nada de todas las casas de su Merced ... Nada.

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Un escenario vacío. Una tierra yerta ... Hollín ... Cenizas ... Despojo ... Algunos cuerpos mutilados ... ¡Un Malón se lo ha llevado todo!

Un Malón patagónico de indios Araucanos arrasó su Merced. La horda que todo destruye, roba, quema y asesina, a cuyo paso salvaje no crece ni la hierba. Y que se lleva además “cautivas” como trofeo de sus hazañas, a las doncellas... ¡El Malón le ha quitado su ángel rubio de quince años y nunca se lo devolverá...!


LA BELLA CAUTIVA
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—“Su bella hija rubia fue llevada Cautiva por los indios del Malón, más allá del Río Quinto”

La buscará por espacios vacíos. La buscará por sendas desérticas. La buscará por toda la pampa posible. La buscará infatigablemente. La buscará por tiempos no contados.

La buscará con partidas de soldados tucumanos. Con guardias especiales altoperuanas. Con tropas bien armadas que llegan en su ayuda.

Y mientras más al sur descienda, mientras más la busque por tierras desconocidas, mientras más galope en dirección a la Cruz del Sur ...El, el cartógrafo portugués Francisco Vázquez de Oporto, quien colocó su estampa feudal en ese límite austral del Virreinato del Perú, donde terminaba el imperio español de ultramar...

¡Nunca podrá hallarla! ....Los indios Maloneros jamás se la devolverán.

Y mientras él más descienda cabalgando por la pampa infinita. Mientras más se interne en las soledades sureñas. Con adictos. Con armas. Con ejércitos de avanzada...

¡Más lejos aún de él... se la llevarán los Maloneros!

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“En el año del señor de 1626.”
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Historia Real
AGRADECIMIENTOS

A la Profesora Aída Vázquez Cuestas

Al amigo y pariente
Quiquín Ferreyra Vázquez

A Cornelia Vázquez Ludueña
(maestra de niños)