Jesús y los Apóstoles estudiaron, memorizaron,
usaron, citaron y leyeron la mayoría de las veces
de la Biblia de su época, la Septuaginta.

Dado que Mateo escribió principalmente para convencer a los judíos
de que Jesús de Nazaret era en realidad su Mesías prometido,
se deduce como algo natural que su Evangelio está saturado de las Escrituras hebreas.