Varios de mis amigos tuvieron renault, y, dada mi entonces afición a la mecánica automotríz, ajusté varios motores renault.

Nunca me dejó de sorprender la simplicidad y calidad de la ingeniería francesa, en contraposición a la compleja ingeniería alemana.

Recuerdo en 1971, durante la visita de Fidel Castro a Chile, viajábamos con mis padres por el desierto de atacama en un Peugeot 404.
Capotó la bomba de gasolina en un lugar desolado. La membrana que impulsa la gasolina se había rajado.
Saqué un trozo de cuero de la lengua de mi zapato, e hice una membrana nueva, en una operación que me debe haber tomado dos horas.
Pienso que eso no habría sido posible en un BMW.


Hablando de nostalgia y automóviles franceses, la nostalgia de mi primer automóvil se hace patente.