EL MARQUÉS DE SOBREMONTE Y LA NIÑA
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(estampa colonial- siglo XVIII- Córdoba Colonial)

3 — EL VISITANTE
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Afuera, hacia el horizonte, un vendaval azotaba las Altas Cumbres mientras en el patio los mulatos trataban de limpiar y encerar la carroza del visitante, cubierta de barro y arena. Los ejes estaban destrozados y los crines de los blancos caballos llenos de abrojos. El suelo de piedra enfangado cobró brillo de espejo. Mientras que el cochero de Don Rafael mateaba con el viejo gaucho Eulogio —antiguo capataz de la Merced ahora casi centenario— relatándole sus angustias junto a aquel Marqués inagotable que lo llevaba de Merced en Merced, de pampa a pampa, de sierra a sierra, bajo los vendavales o las resolanas de las cumbres o de las punas.

Trotador incansable su blanco carruaje versallesco cruzaba páramos de espanto. Atravesaba caminos inexistentes. Trasponía el macizo de las Altas Cumbres para instalarse en su sencilla casa de Merlo y aspirar de este modo, la fragancia silvestre de los churquis naturales del entorno. Llegaba más allá tras inmensas distancias hasta la provincia de Cuyo —separada ahora de Chile e incorporada a Córdoba del Tucumán bajo su mando— contemplando sus inmensos viñedos proyectando un futuro nuevo y próspero. Cataba allí el vino artesanal de Mendoza y San Juan con gran disfrute, fundando San Rafael, creado en su Marquesado a modo de un comienzo productor.

Descendía nuevamente en la soledad marginal de la Pampa de Achala y en esa meseta ventosa de las Altas Cumbres, encontraba su asiento encima de un risco pelado... Y allí, con gesto inconmovible, exhibiendo su pose erguida arriba de aquellas rugosas rocas, apoyaba sus manos cargadas de anillos sobre un bastón tallado, y respirando el aire gélido del ventisquero, daría comienzo a su tarea de Gobernador.

Entonces dirigiéndose hacia los rústicos y solitarios lugareños averiguaba todo. Indagaba los sucesos del medio en esa fuente rica de informes. Preguntaba. Oía a unos y otros. Escuchaba mucho y hablaba con todo el mundo. Los habitantes olvidados que aún no conocieran en el siglo XVIII la presencia española debido a su aislamiento o su atraso cultural, en ese escenario perdido y fuera de la historia. O que nunca hubiesen palpado su significado ...Hablaban ahora cara a cara con el Marqués de Sobremonte sedente en su trono de roca virgen.


4 – EL AMIGO DEL MARQUÉS
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Decíase de un anciano gaucho y centenario, de rostro en pergamino, a quien Don Rafael dedicaba su preferencia. Ambos, sentados muy juntos sobre un mismo peñasco, en una especie de “Diarquía” antigua, celebraban mentadas pláticas en medio de los picachos agrestes de aquel escenario autóctono. El Gobernador dirigíase respetuosamente hacia aquel anciano algo mitológico, que archivaba con minucia los sucesos sin olvidar ninguno, cuya memoria abarcó siglos de historia. La figura centenaria lo llamaba “Mi amigo”, luego decíale:

—“¿Querie un mate Don Marqués?”— y aguardábalo siempre seguro de su pronto regreso, diciendo: —“Hoy vendrá”—sin que nadie se lo hubiese anunciado.

La presencia del Marqués de Sobremonte nunca era anunciada. Decidía de improviso las rutas. Las cambiaba. Partía sin previo aviso... El cochero de Sobremonte mateaba aquel día en casa de Maruca, desconociendo por completo la ruta a seguir con la comitiva, luego de este reposo.

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