Por eso, cuando el apóstol Pedro trató de defender a Jesús con una espada,
Jesús le dijo que volviera la espada a su vaina e hizo el siguiente comentario:
“¿Crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este momento
más de doce legiones de ángeles? En tal caso,
¿cómo se cumplirían las Escrituras de que tiene que suceder de esta manera?”
Entonces, después que Jesús le había preguntado a la muchedumbre por qué habían salido contra él,
un predicador público, pacífico, “con espadas y garrotes como contra un salteador,” añadió:
“Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las escrituras de los profetas.”
En este punto la escritura de Zacarías no estaba toda cumplida.
Otra parte se realizó, cuando, según declara el registro:
“Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.” De esa manera “las ovejas del rebaño” fueron esparcidas.
—Mateo 26:51-56; Marcos 14:47-50; Juan 18:1-9.
Jesús había aplicado correctamente la profecía.
Aquella noche cuando él como el Pastor Excelente fue herido con la “espada,”
sus ovejas sí llegaron a estar esparcidas, y así tropezaron en cuanto a él. Pero,
¿cómo se cumplió la otra parte de Zacarías 13:7:
“Y ciertamente volveré mi mano sobre los que son insignificantes”?
Esto resultó ser un volver misericordioso y favorable de la mano de Jehová,
como en el caso de Isaías 1:25, 26. Con su “mano” de poder aplicado Jehová
de los ejércitos protegió a las ovejas esparcidas.
Estos apóstoles temerosos eran “insignificantes”
en comparación con su Pastor Excelente Jesucristo.
Además, desde el punto de vista del mundo judío de aquel día eran
“insignificantes,” sin suficiente importancia como para haber sido arrestados
en aquella noche del arresto de Jesús. Sin embargo no eran “insignificantes” en la estima de Jehová,
y él volvió su atención compasiva a ellos y los protegió y los conservó. Al tercer día desde entonces,
el 16 de Nisán, los juntó de nuevo para que Jesús resucitado
se les apareciera y volviera a pastorearlos.—Lucas 24:33-43; Juan 20:1-29.