AL PRINCIPIO del ministerio de Jesús, cuando él salió del agua bautismal,
la voz de Dios desde el cielo dijo:
“Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado”. (Mateo 3:16, 17.)

¿Estaba diciendo Dios que él era su propio hijo,
que se aprobaba a sí mismo, que se enviaba a sí mismo?
No; Dios el Creador decía que él, en su posición de superior,
aprobaba al inferior, su Hijo Jesús, para la obra necesaria.