Como el prometido Mesías, Jesús sabía lo que le esperaba.

Conocía las numerosas profecías de las Escrituras Hebreas
que describían en detalle sus sufrimientos y su muerte


Isaías 53:3-7, 12
Fue un hombre despreciado y evitado por la gente,
que tendría que enfrentarse al dolor y que estaba
familiarizado con la enfermedad.
Era como si su rostro estuviera escondido de nosotros.
Fue despreciado, y lo consideramos como de ningún valor.
4 En realidad, él mismo llevó nuestras enfermedades
y cargó con nuestros dolores.

Pero nosotros lo consideramos como alguien plagado,
golpeado por Dios y afligido.
5 Sin embargo, lo traspasaron por nuestros pecados;
lo aplastaron por nuestros errores.
Él soportó el castigo para que nosotros tuviéramos paz,
y gracias a sus heridas fuimos sanados.

6 Todos hemos andado perdidos como ovejas;
cada uno ha ido por su lado,
y Jehová ha hecho que los errores de todos nosotros recaigan sobre él.
7 Fue oprimido y dejó que lo maltrataran,
pero él no abría la boca.
Fue llevado como oveja al matadero,
como una oveja que se queda callada ante sus esquiladores,
y él no abría la boca.
(Isaías 53:12) Por esa razón,
le daré una parte entre los muchos,
y él se dividirá el botín con los poderosos,
porque derramó su vida hasta la muerte
y fue contado entre los pecadores;
llevó los pecados de muchas personas,
y por los pecadores intercedió
.





Más de una vez preparó a sus discípulos
para los padecimientos que soportaría


(Marcos 8:31; 9:31).

Cuando iba de camino a Jerusalén para celebrar su última Pascua,
les explicó a los apóstoles:
El Hijo del hombre será entregado a los sacerdotes principales
y a los escribas, y lo condenarán a muerte
y lo entregarán a hombres de las naciones,
y se burlarán de él y le escupirán y lo azotarán y lo matarán

(Marcos 10:33, 34).