Uno de los principio de todo buen cristiano es creer a pies juntillas que todo lo que figura en la Biblia ha sido inspirado por el Espíritu Santo. Posiblemente sea un Dogma.

Por esta razón, cuando nos encontramos con relatos de las Escrituras que, aparentemente, se contradicen, el buen cristiano no piensa que el Espíritu Santo ha tenido “un descuido”, si no que busca la justificación de la supuesta contradicción.

Como ejemplo, saquemos a colación estos versículos que sobre el mismo evento narran los tres evangelistas sinópticos.

¿Qué parece que hay contradicción? En absoluto. Ya he oído varios razonamientos que aclaran las cosas.

Eso, sí. No figuran en los evangelios las justificaciones oídas.

“¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.» También le injuriaban los que con él estaban crucificados”.
(Marcos 15:32 - Biblia de Jerusalén)

“De la misma manera le injuriaban también los salteadores crucificados con él”.
(Mateo 27:44 - Biblia de Jerusalén)

“Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!»
40 Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?”
(Lucas 23:39-40 - Biblia de Jerusalén)