cuando en el Antiguo Testamento se habla de ‘ojo por ojo y diente por diente’,
el contexto de esta declaración no tiene que ver con la venganza personal,
sino con una compensación equitativa que imponía un tribunal de justicia
debidamente autorizado. (Éxodo 21:1, 22-25.)
Iniciado por
KIMO
Un principio fundamental hasta de la justicia humana es que el precio que se paga
debe corresponder con el mal que se haya cometido.
ojo por ojo
Jesús utilizó citas de las Santas Escrituras que sus oyentes judíos ya conocían. Por ejemplo, les recordó:
“Oyeron ustedes que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’” (Mateo 5:38).
Los pasajes a los que aludió se encuentran en Éxodo 21:24 y Levítico 24:20.
Conviene destacar que, en armonía con la Ley de Dios, el castigo de “ojo por ojo”
solo se administraba una vez que el infractor había sido juzgado por los sacerdotes y jueces,
quienes sopesaban las circunstancias y el grado de premeditación de la ofensa (Deuteronomio 19:15-21).
Con el tiempo, los judíos tergiversaron la aplicación de esta ley. Un comentario bíblico del siglo XIX del erudito Adam Clarke explica:
“Parece que los judíos se sirvieron de esta ley [ojo por ojo, diente por diente] para justificar sus resentimientos privados
y todos los excesos que cometían movidos por un espíritu de venganza. A menudo, las represalias se llevaban hasta el extremo
y el mal que se devolvía era muy superior al que se había recibido”. Pero las Escrituras no autorizaban las venganzas personales.
Lo que Jesús enseñó en el Sermón del Monte respecto a ‘volver la otra mejilla’ refleja el auténtico espíritu de la Ley dada por Dios a Israel.
“ojo por ojo” no fomenta la idea de tomar represalias
se estableció para frenar o limitar la venganza sin sentido
Si un israelita agredía a otro y le hacía perder un ojo, la Ley dictaba el debido castigo.
De modo que la víctima no podía tomarse la justicia por su propia mano, atacando al agresor o a su familia.
La Ley, más bien, exigía que se llevara el asunto ante las autoridades correspondientes
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)