Las calles solitarias me abrían libre paso. Una pertinaz llovizna acompañaba mis pasos. Pareciera que todo mundo se puso de acuerdo para desaparecer, detrás de las cortinas corridas, detrás de las puertas cerradas.

El cielo gris no dejaba espacio libre al azul; y tendía su manto triste sobre todo lo de aquí abajo.

No me sentía extraño. Mas bien disfrutaba el paseo; un paseo en busca de alguien. Se que iba hacia un domicilio en específico, en busca de una persona en específico; sabía quien era. Pero no puedo describirla.

Es ella o es ninguna. Sentía la seguridad que así era. Aunque en el fondo también sabía que en esta clase de sueños no existe seguridad alguna.

La lluvia escurría por mi rostro. El frío calaba la piel de este espectro de los sueños. Sólo el pensamiento de ella es lo que me sigue manteniendo vivo; lo que sea que eso signifique.