Cuando el latín cesó de ser la lengua de uso cotidiano, se necesitaron nuevas traducciones de la Biblia. Pero la Iglesia Católica ya no favorecía esto. En 1079, Vratislav, quien más tarde llegó a ser rey de Bohemia, pidió permiso al papa Gregorio VII para traducir la Biblia al idioma de sus súbditos. El papa le negó el permiso. Declaró: “Para los que suelen reflexionar sobre ello queda claro que no ha sido sin razón que al Dios Todopoderoso le ha agradado que en ciertos lugares la Santa Escritura sea un secreto, no sea que, por ser obvia a todos los hombres, quizás la estimen poco y le falten al respeto; o pudiera ser que los de conocimiento mediocre la entendieran mal, lo cual llevaría al error” [The Lollard Bible and Other Medieval Biblical Versions, por Margaret Deanesly, 1920, p. 24.].
El papa quería que la Biblia permaneciera en latín. Su contenido permanecería “secreto”; la Biblia no se traduciría en los idiomas de la gente común. [Se hicieron algunas traducciones a lenguajes vernáculos. Pero con frecuencia se produjeron como obra laboriosa en manuscritos muy adornados y, por supuesto, fuera del alcance de la gente común]. La Vulgata latina de Jerónimo, que se había preparado en el siglo V con el propósito de que todos tuvieran acceso a la Biblia, ahora se convirtió en un medio de mantenerla oculta.
Al adelantar la Edad Media la Iglesia se hizo cada vez más resuelta en su postura contra las Biblias en el lenguaje de la gente. En 1199 el papa Inocencio III escribió una carta tan severa al arzobispo de Metz, Alemania, que éste quemó todas las Biblias que halló en alemán [Idem pp.30-33]. En 1229 el sínodo de Tolosa, Francia, decretó que “los legos” no podían poseer libros de la Biblia en la lengua común [Idem p.36].
En 1234 un sínodo provincial de Tarragona, España, ordenó que se entregaran todos los libros del “Antiguo o el Nuevo Testamento” para ser quemados [Idem p.48]. En 1407 el sínodo clerical convocado en Oxford, Inglaterra, por el arzobispo Thomas Arundel prohibió expresamente que la Biblia se tradujera al inglés o a cualquier otra lengua moderna [Idem p.295, 296]. En 1431, también en Inglaterra, el obispo Stafford, de Wells, vedó la traducción de la Biblia al inglés, o poseerla en ese idioma [Idem p.328].