1 — AKHENATÓN, EL PERSONAJE
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por Alejandra Correas Vázquez


Durante trescientos cincuenta años el Imperio de los Incas fue para los estudiosos el monopolio exclusivo del Sol. Esta extraña sociedad cultural de un pueblo sudamericano y precolombino, de quien Prescott diría: “¿De dónde vino esta raza notable y cuál fue su historia primitiva?”... nos situó en una incógnita cubierta de sorpresas irrevelable durante estas centurias.

Nada había semejante al Inti del incaísmo, este “Padre Solar” representado en un gran círculo de oro, una despojada forma geométrica, quien con sus hijos dilectos había organizado la más extraña, socialista, igualitaria, y moderna de las sociedades de todos los tiempos. Pero un día de 1887 el exótico Círculo del Sol volvió a emerger de la nebulosa de la Historia, en una tierra distinta, de un continente distante, donde los rayos del destrozado Inti sudamericano volvieron a recobrar actualidad, cuando el sinnúmero de arqueólogos levantaron las arenas egipcias que cubrían desde hacía 3.300 años la ciudad santa “Horizonte del Círculo Solar” ...Akhet-Atón.

Introducidos ya dentro de aquel mágico escenario, sobre la soledad ardiente que envuelve su misterioso pasado, Akhet-Atón es el testigo inconmovible de los milenios. Su nombre casi legendario ha pasado a la literatura y conserva una memoria imperecedera. Su personaje central —clave del drama— y motivo real de largos trabajos que se vienen desarrollando desde su aparición, es el encantador y subyugante Akhenatón.

Nadie hubo entre los antiguos Faraones de Egipto que arrastrara multitudes humanas como él lo hiciera, recorriendo los países de su entorno, tanto en su tiempo vital como en la posteridad, nuestro tiempo moderno que buscaría interpretarlo. Esa multitud que iba en pos de sus ideas, seguía al hombre y no al monarca sagrado. Pues Akhenatón fue ante todo un político, un dirigente de masas, aunque se presentara con una patente de Mesías.