Alrededor de 306 a.C., un hombre llamado Epicuro estableció una escuela de filosofía en Atenas. Molesto con la religión popular de su tiempo –leyendas de dioses crueles y caprichosos – erigió un sistema que excluía toda la intervención divina de universo, Según Epicuro, la infinita variedad de la naturaleza se explica por innumerables átomos cayendo perpetuamente por el espacio; cada átomo posee una <<inclinación>> o afinidad que le hace colisionar con otros átomos a azar, así produciendo aves, bestias, árboles, abejas, estrellas, y todas las demás cosas -<<al azar>>. Epicuro era transformista. Él enseñó especulaciones evolucionistas.

Dos siglos más tarde, un poeta romano, Lucrecio, abrazó esta filosofía y saludó a Epicuro como a salvador de la humanidad y con celo apostólico pasó la física y ética de Epicuro a versos para convertir a sus compatriotas, ¡Cuán adulado no se hubiera sentido Lucrecio si hubiera sabido que 2000 años más tarde se le citara en un texto de biología por su <<ciencia>>! El profesor Sir Gavin de Beer escribe con aprobación: <<Azar es exactamente lo que Lucrecio invocó … para explicar los organismos vivientes.>> Pero <<azar es tan solamente una palabra inventada para esconder nuestra ignorancia. Si comprendiéramos a la perfección las leyes de movimiento podríamos predecir de manera infalible si una moneda caerá de cara o cruz, Los cristianos creen que Dios comprende con toda perfección Sus propias leyes y que conoce de qué lado caerá la moneda, ¡pero los epicúreos y los neodarwinistas creen que nadie lo sabe!

Todas la cosas brillante y bellas
Toda criatura, grande y pequeña,
Todas las cosas maravillosas y sabias:
¡Así las <<creó>> el señor Azar!

¿Queremos que ese enseñe esto a nuestros hijos?

Qué gran tragedia que mientras Charles Darwin, el apóstol del azar, es universalmente famoso y miles de niños son llevados a adorar su santuario en South Kensington, Inglaterra, los nombres de científicos realmente brillantes como: Faraday , Clerk, Maxwell y William Thompson, son relativamente poco conocidos. Y aun con ello, las teorías e inventos de ellos sí que realmente funcionan y los tres fueron firmes creyentes en la Biblia, Clerk Maxwell, fundador del laboratorio Cavendish en Cambridge, <<mostró en ocasiones apropiadas, su desprecio hacia aquella seudo ciencia que busca el aplauso de los ignorantes mediante la pretensión de reducir todo el sistema del universo a una secuencia fortuita de eventos incausados>>.

El neodarwinismo, en su filosofía básica del universo, no es nada más que epicureanismo redivivo y su choque frontal con el cristianismo es tan inevitable como el que Pablo experimentó cuando se encontró con epicúreos en el foro de Atenas y les declaró: << El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él (es) Señor del cielo y la tierra, >> Nadie protestaría si el epicureanismo/neodarwinismo se enseñase a nivel universitario en el departamento de filosofía. ¡Pero lo escandalizador es que casi en todas las escuelas de América y de Gran Bretaña se está adoctrinando a los niños en esta antigua filosofía griega disfrazada de <<ciencia moderna>>.

Trascripción de un fragmento:
EL GRAN FRAUDE INTELECTUAL
David C.C. Watson.
Editorial CLIE